Máxima inseguridad

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

19 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El último Gobierno socialista dejó un déficit del 8 %, cuestión intolerable ante los que mandan en Europa y que obliga a la cuadratura del círculo para reducirlo en un solo ejercicio hasta un 4,4 %, y todo ello sin saber exactamente cómo está Andalucía, donde mucho nos tememos que los presupuestos partían de ingresos ficticios que han ido acumulando ingentes deudas. Además, al déficit público hay que añadir el privado, que estrangula las posibilidades de financiación a las empresas que necesitan crédito para su día a día, y de esta manera poder competir, mover la economía y generar empleo.

Con todo este desastre, la derecha ha logrado máximo poder institucional y tener franco el camino para hacer una política liberal de las que gustan y hacen la felicidad de la patronal más reaccionaria de Europa, la que se atreve a decir que con esta reforma laboral «no se va a crear empleo, simplemente se oxigenará el mercado laboral», que es tanto como eliminar a esos excedentes.

Esta reforma laboral tiene un efecto perverso. Hemos pasado de la precariedad en el empleo a la inseguridad total. A partir de ahora, la clase trabajadora ha perdido sus derechos al empleo estable, con salario digno; por lo tanto, a las familias no se les puede pedir ni confianza en el Gobierno ni alegrías en este sistema que cada día desvertebra más a la sociedad. Muy pronto habrá que ahorrar para la enfermedad, para poder mandar a los hijos a estudiar, para la jubilación, para cuando el patrón nos despida y no tengamos donde caernos muertos.

Y ese dinero no se puede utilizar en consumo. Se acabó comprar bienes de los que se fabrican en las empresas y que conforman facturas y cuentas de resultados para la economía de este país, que por otra parte tampoco tiene una industria tan avanzada como para competir con Alemania, ni siquiera con China, así que la recesión está servida, y los seis millones de parados acudirán a la cita de las campanadas en la Puerta del Sol la noche de San Silvestre. Mientras, sus señorías, sin enterarse, enzarzadas en debates estériles.