Fracaso escolar

Celso Currás
Celso Currás NUESTRA ESCUELA

OPINIÓN

17 oct 2018 . Actualizado a las 10:49 h.

El Ministerio de Educación ha hecho públicos los últimos datos sobre el fracaso escolar. Una vez más, España es de los países peor situados de la Unión Europea (UE). Tenemos un 31% de abandono escolar temprano; es decir, este porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años no continúa estudiando, no alcanza el título de bachillerato o de técnico de grado medio, en formación profesional. Recordemos que el objetivo de la UE, en el marco de la Estrategia de Lisboa, es conseguir que en el año 2010 dicho porcentaje sea, como máximo, del 10% ¡Y nos falta año y medio! Las tasas de repetición de curso son desorbitadas. Únicamente Portugal está por encima de nosotros. En nivel educativo, 17 puntos nos separan de la media europea. Solo obtenemos mejores resultados que Portugal y Malta. Las medidas que se están tomando por parte del Gobierno no guardan relación con la gravedad del asunto. Sigue habiendo unos programas demasiado extensos, se crean nuevas materias disminuyendo el horario de las fundamentales, persisten las facilidades para promocionar de curso o para obtener un título, no se buscan soluciones concretas a los problemas de comportamiento, etcétera. Pero el fracaso no es exclusivamente escolar, sino también, y sobre todo, social. El problema está en la familia y en el entorno. Es la pescadilla que se muerde la cola: el sistema educativo da más facilidades al alumno, ante la presión social o la problemática familiar. Si los profesores exigiesen todo lo que corresponde, habría muchos más suspensos y la situación sería insostenible. Por su parte, la familia demanda que se eduque a los hijos en la escuela, que se les proporcionen no solo los conocimientos sino también los valores y los hábitos. Ante esta situación, la institución educativa se ve incapacitada para formar al alumno. Y las consecuencias son, no solo una deficiente preparación académica sino, sobre todo, lo que destacábamos al principio, es decir, el abandono, el desinterés, la inmadurez. En muy pocas palabras, la falta de desarrollo de una personalidad equilibrada y con metas claras en la vida. Por ello, no son de extrañar los botellones, las depresiones, las apatías, la agresividad. Es fundamental que los padres recuperen sus funciones formativas primarias, que son insustituibles. Ellos son los principales responsables de la educación de sus hijos, especialmente en el ámbito de los sentimientos, actitudes y valores. Aunque hay países donde se está haciendo, es dudoso que la familia pueda educar sin la escuela; pero lo que sí está claro es que el centro educativo no puede hacerlo sin la colaboración de la familia. Y es de aquí de donde tiene que partir un primer intento de solución a los problemas que tenemos actualmente en la educación.