El nuevo Gobierno y la educación

Celso Currás
Celso Currás NUESTRA ESCUELA

OPINIÓN

17 oct 2018 . Actualizado a las 10:46 h.

El nuevo Gobierno del Estado, que tomará posesión en próximos días, va a encontrar encima de la mesa dos grandes temas pendientes en el ámbito educativo: finalización de la reforma de las enseñanzas previas a la universidad y la integración de nuestro país en el Espacio Europeo de la Educación Superior (EEES). El primero no debería consistir simplemente, como se está haciendo, en desarrollar la vigente Ley Orgánica de Educación. La mayoría de los problemas que tiene hoy el sistema educativo no se van a solucionar a golpe de boletín o diario oficial. Ya estamos aburridos de romper normas y estudiar las nuevas. Lo verdaderamente importante es centrarse en corregir todo aquello que impida que el profesor pueda enseñar y el alumno aprender: orden, autoridad, trabajo, responsabilidad, voluntad? El resto, que siempre viene a ser lo mismo aunque cada nueva reforma le cambie de nombre, vendrá por añadidura. Y esos valores no se adquieren en manuales legislativos. Requieren una práctica y estrecha colaboración entre los responsables de la formación y de la enseñanza, en casa y en el centro educativo. También entre los partidos políticos, agentes sociales y Administración. Por eso, al margen de los pactos de gobierno que se lleven a cabo, debería intentarse un acuerdo general, a nivel de Estado, sobre la educación. Hay diferencias importantes, pero salvables, si se dejan de lado planteamientos sectarios y se buscan concordancias en lo esencial, en lo que es muy difícil que no estemos todos de acuerdo. Por lo que respecta al ámbito universitario, nuestro país ha optado por integrarse plenamente en el EEES. Pero el plazo termina en menos de dos años y casi nada se ha avanzado. Aún se está iniciando la reestructuración de las titulaciones y de los créditos. Y apenas ha comenzado el largo y difícil camino en relación con los nuevos enfoques de la docencia o del aprendizaje, de la atención personalizada al alumno, del aumento de las prácticas o de la movilidad entre universidades. Este proceso de Bolonia es una buena excusa para el cambio, porque nuestra Universidad no puede seguir así. Su sistema de funcionamiento tiene muchos aspectos inadecuados o desfasados. Ejemplos de ello son los apuntes ajenos multicopiados, la memorización sin comprensión, la exclusividad de las clases magistrales, la infravaloración de la docencia frente a la investigación, el alejamiento de la realidad fuera del aula, etcétera. Y alguno de sus males endémicos, en vez de mejorar, ha empeorado. Es el caso de la endogamia. Con la reciente ley, de abril del año pasado, que modificó la LOU, hemos retrocedido en uno de los aspectos más criticados de la universidad. Seguirán entrando en el sistema los que ya están. Impropio de una sociedad democrática del siglo XXI. El nuevo Gobierno tendrá, por lo tanto, mucho trabajo. Deberá intentar mejorar la posición de nuestro país en todas las etapas del sistema educativo. Pero, sobre todo, evitar que la enseñanza siga estando en boca de los ciudadanos como algo muy preocupante y que el principal objetivo sea conseguir títulos, aunque no se esté preparado, aunque no se estudie.