Nombre de los hijos

| RAMÓN IRIGOYEN |

OPINIÓN

15 jul 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

EL INSTITUTO Nacional de Estadística acaba de publicar el listado de los nombres más frecuentes entre los niños españoles -Lucía, Pablo, María, Daniel, Alejandro, Laura, nombre del amor platónico de Petrarca- y revela que, en esta selva de nombres, destaca la variedad. Incluso ya hay una comunidad autónoma, el País Vasco, donde a las niñas se les pone con frecuencia nombre de selva navarra, Irati, situada en el Pirineo oriental de la provincia. Y, en Galicia, los nombres que tuvieron más éxito en el 2006 fueron Pablo y Lucía. Galicia comparte con Asturias y Cantabria esta predilección por Pablo. Y nada menos que 15 comunidades autónomas -todas, salvo Murcia y Navarra- han elegido en más ocasiones el nombre de Lucía para bautizar o dar nombre a las hijas no bautizadas. A un país con ya 45 millones de habitantes, 17 comunidades autónomas -aunque lo exacto es decir 16 comunidades autónomas y la comunidad foral de Navarra-, 3,5 millones de inmigrantes y diversas clases sociales, corresponde un surtidísimo equipo de nombres y, por supuesto, no todos elegidos con acierto. Elegir bien el nombre de los hijos es de extrema importancia. Basta con pensar en los miles de veces que tendremos que oír a lo largo de la vida nuestro nombre de labios de los demás para ver que es vital el que los padres hayan acertado con el nombre que nos identifica. A la hora de elegir el nombre de los hijos los padres deberían pensar que no van a ser ellos sino los hijos quienes van a tener que pechar con los nombres que les pongan. Y ¿cuántos nombres hay que ponerle a un hijo? ¿Uno, dos, 350? La aristocracia y la alta burguesía, al menos hasta ayer, les ponían a los hijos miles de nombres porque a los 15 o 20 primeros siempre añadían este colofón: «y de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos». Dado que hay en el santoral cristiano miles de santos, aquellos niños llevaban, pues, miles de nombres, al menos, implícitos. El tener dos o tres nombres le da al niño, cuando sea mayor, la opción de elegir entre ellos. Elijamos bien los nombres. Ya lo dijo Jorge Guillén en un verso célebre: «Pero quedan los nombres».