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26 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

EL DIBUJANTE bestial de El Roto se hizo una pregunta de las que dejan eco: ¿Por qué en la sociedad del espectáculo es todo tan aburrido? La cultura de usar y tirar es lo que tiene. Termina muy rápido en el cubo de la basura. Los creadores de hoy brillan como bombillas y se cascan en seguida como ellas. Leo una entrevista con un experto sociólogo que explica que en Europa especialmente la cultura está en manos de los Gobiernos. Justo lo contrario para lo que se creó. La cultura nace como una manera de ser críticos. Como una reacción a lo que se cuenta en los canales oficiales. Pero hoy cada vez más los creadores comen del pesebre público, hablan domesticados por los canales de pago y así no hay arte que se sostenga de pie. Los ministerios y las consellerías de Cultura han hecho más daño al arte que bien. Desde una jaula de oro no hay nada que contar. Subvencionar las ideas las esmaga. Me gusta el rap, la primera Mala Rodríguez, por lo que tiene de ir a su bola. Hasta que sea otra forma más de recibir dinero. A la cultura la tiene que sostener el público, la audiencia. Pero hay demasiados cines y teatros vacíos. Cuenta la leyenda que cuando el último capítulo de una obra de Charles Dickens llegó a América había tanta gente en los muelles deseosa de saber el desenlace que hubo hasta muertos en la avalancha. Las cuotas de pantalla no ayudarán. No se puede obligar a la gente a ver cine español. Si fuese bueno estaría abarrotado. No necesitaría a la ministra. Los escritores viven más de las charlas que dan financiadas por organismos que de los libros que venden. Ya sé que la publicidad es abrumadora y aplasta muchas veces a la cultura auténtica. Pero Joyce no hizo el Ulises después de dar una conferencia y llenarse la barriga en el mejor restaurante de Dublín con dinero público. cesar.casal@lavoz.es