Presidente visto y no visto

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

09 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

IÑAKI Gabilondo consiguió desnudar a Rodríguez Zapatero. Creo que, por primera vez, hemos conseguido verlo en un medio de comunicación tal como es, con su alma abierta ante el país. Y este cronista ha visto a un hombre con tres características: inseguro ante lo ocurrido en el proceso de diálogo con ETA o, al menos, con un discurso deficiente; decepcionado por el calado social (informativo) de su obra de Gobierno, y francamente inquieto ante la oposición en la recta final de su mandato. Todo esto es relativo, porque un personaje de su relevancia, al presentarse en un plató de televisión, se convierte más en un actor que en una persona que se va a confesar. No habla por sí mismo, sino que recaba la opinión de sus asesores, que le aconsejan desde el color de la ropa al mensaje que debe transmitir, pasando por el público al que se debe dirigir. Al preparar esa entrevista, parece claro que le han dicho: tienes que hacer un mensaje ético, dirigirte a la gente normal y mostrarte convencido de lo que has hecho; los malos siempre son los demás. Y lo hizo. Procuró mostrarse como un gobernante de buena voluntad cuya obligación es resolver el primer problema del país. Sonaba como un intento de tranquilizar su propia conciencia, a la vista del resultado. Las grandes dudas sociales (diálogos políticos con pistoleros, acuerdos firmados, burla del pacto antiterrorista) no quedaron debidamente aclaradas, ni los rumores eficazmente desmentidos. Digamos que le faltaban convicción, rotundidad o datos. Convicción, porque él es así; rotundidad, porque hubo algo más de lo que dijo, y datos, porque quizá no esté seguro de lo comprometido por sus hombres en el País Vasco. Nos dejó pendientes de que el Gara vuelva a publicar cualquier día los detalles concretos. También vi al hombre herido. Lleva el asta del toro del PP clavada en la taleguilla. Sangra abundantemente por las heridas de aquella traición a los muertos que dijo Rajoy; por las acusaciones de rendición; por todas las cosas que le han dicho en estos catorce meses tormentosos. Y quiere olvidar, pero le duele demasiado. Con esa dolencia se enfrentará mañana a la entrevista de Moncloa. A todos nos dejó dudando de si es el mejor clima para reconciliarse. Es, desde luego, un pésimo prólogo. Más que hablar, Zapatero está pidiendo a Rajoy un interminable capítulo de desagravios. Y Rajoy, una inagotable expresión de fortaleza. Y sí: esa palabra fue usada por el presidente. Pero la fortaleza no es igual vista desde el PP que desde el talante de Zapatero. En el fondo, esa es la diferencia que existe entre la derecha y la izquierda en este país. Y, como las cosas sigan así, es lo que tendremos que elegir cuando nos toque votar.