Cuando un partido huele a crisis

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

04 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

SEGUNDA dimisión socialista en Madrid en el breve plazo de una semana. Ayer se marchó el secretario general del partido, Rafael Simancas: un buen tipo, un dirigente honesto y trabajador al que la naturaleza dotó de gran vocación política, pero le negó carisma, capacidad de liderazgo y, encima, tuvo la mala suerte de combatir contra una adversaria como Esperanza Aguirre. La vida política hace estas singulares jugadas. Hace cuatro años, tal día como hoy, estaba llamado a ser el presidente de la comunidad. Lo derribó el «tamayazo», aquella extraña traición, y no se volvió a recuperar. Ahora, el panorama muestra esta impresionante crueldad con los socialistas: sus dos candidatos en las recientes elecciones se han visto obligados a presentar su dimisión; los dos candidatos del PP son aspirantes a suceder al líder nacional, Mariano Rajoy. La organización regional socialista pasa a estar gobernada hasta un próximo congreso por una gestora. La organización del PP disfruta las mieles del triunfo casi en soledad, habiendo barrido a su oposición. Estas imágenes desoladoras para el PSOE se producen en un escenario de tanta resonancia como Madrid. Nadie sabe los efectos que pueden tener en el resto del país. Cuando escribo esta crónica, los periodistas tratamos de indagar si la renuncia de Simancas ha sido personal, como él dice, o inducida por Zapatero. Es un detalle menor. Si ha sido iniciativa del dimisionario, se queda en el merecimiento de un elogio. Si ha sido imposición de Zapatero, hay que hacer el mismo elogio, pero por otra razón: la disciplina con que aceptó y cumplió la sugerencia. Pero no pasa de ahí. Lo trascendente es que el partido que gobierna España se ha quedado sin una importante dirección regional. Por debajo de esa noticia pasan dos ríos de crisis más profundas. La inicial es de cantera: el PSOE no ha tenido candidatos de altura suficiente para presentar en la capital de España. Eso revela un déficit de fichajes que quizá sea la consecuencia de falta de atractivo ideológico para captar nuevos talentos. La segunda es de ideas: un fracaso como el de Madrid indica que se han quedado con la fidelidad de su base electoral, frente a la oferta de pura eficacia de gestión de la derecha. Si el PSOE quiere salir de estas crisis, tiene que examinarlas con humildad y realismo y asumir estos diagnósticos con toda frialdad. No basta con proceder a una sucesión ordenada. Tienen que hacerlo con ideas, atractivo y rapidez. La mejor forma de repetir el desastre del 27-M en las elecciones generales es presentarse con un partido en crisis de liderazgo. En las próximas urnas ya no se juega un municipio o un Gobierno autónomo. Se juega el Gobierno de la nación.