Mimar el clima

| RAMÓN IRIGOYEN |

OPINIÓN

24 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

EL CIENTÍFICO José María Sánchez Ron ha escrito que hemos asesinado al planeta. Los profanos en ciencia no tenemos la menor duda de que es verdad. Los gánsteres que no querían asumir sus responsabilidades han tratado de confundir a la opinión pública negando validez científica a la opinión que cree en el calentamiento global. Pero el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas ha anunciado que es innegable la existencia del calentamiento global y que tiene su origen básicamente en los delirios industriales del hombre. Nadie duda de que la industria es nuestra salvación: pero es también un hecho indiscutible que el desarrollo descontrolado genera auténticas catástrofes. Las anomalías climáticas se suceden ininterrumpidamente por todo el planeta. La primera vez que caí en la cuenta de lo que era un desastre ecológico fue en un viaje, ya muy lejano, de Pamplona a San Sebastián. Durante 70 kilómetros, ¡qué maravilloso era el paisaje! Si yo hubiera sabido de botánica, ahora podría mencionar docenas de lujuriantes especies. Lo mismo podría decir si supiera de ornitología. Pero, por desgracia, como la inmensa mayoría de mis paisanos del Reino de España, sólo conozco dos especies de pájaros: el gorrión y la golondrina. Aún recuerdo con emoción una bandada de golondrinas que volaba prodigiosamente, a algo más de 30 kilómetros de Pamplona, a la altura de Lecumberri. Pero, al llegar a Tolosa, sus divinas papeleras habían contaminado el río Bidasoa hasta un límite que podía calificarse de peste bíblica. La fetidez se percibía a varias leguas a la redonda. Ya se sabe lo inteligentes que son los gorriones: no vi ni un solo gorrión a la altura de Tolosa. Pero, contra todo pronóstico, hemos tenido la buena noticia de que las emisiones de efecto invernadero han bajado en España 4,1 puntos porcentuales en el 2006 con relación al año anterior. Esto demuestra que, del mismo modo que hay gente que siente deseos de matar y no mata, también podemos, al menos, aliviar los desastres ecológicos controlando nuestros impulsos asesinos.