Un paso histórico en el Ulster

| CARLOS G. REIGOSA |

OPINIÓN

27 mar 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

DESPUÉS de varios momentos históricos que sólo fueron flor de un día, por fin la esperanza parece haber echado raíces profundas en el Ulster. La foto del lunes pasado, en la que el líder de los unionistas radicales, Ian Paisley, y el máximo dirigente del Sinn Fein, Gerry Adams, comparecieron juntos en el Parlamento de Irlanda del Norte, fue la visualización impecable de un éxito largamente esperado. Porque en esa cita el reticente Ian Paisley se comprometió a formar Gobierno el próximo 8 de mayo con el Sinn Fein y los otros dos grandes partidos de la provincia. El contento fue general y alcanzó a todos. El proceso de paz, que se inició con la firma de los Acuerdos del Viernes Santo de 1998, adquiere ahora el apoyo y la velocidad necesarios para llegar a buen puerto. El entusiasmo no está injustificado. Paisley y Adams no se abrazaron, ni siquiera se dieron la mano, pero se sentaron juntos e intercambiaron alguna sonrisa conciliadora (algo muy relevante si se tiene en cuenta que esto no había ocurrido nunca antes). Irlanda del Norte contempla un horizonte de paz y de entendimiento y los ciudadanos se aferran a esa expectativa hoy mucho más apuntalada. Ni unos ni otros han renunciado a sus objetivos teóricos, pero han aparcado para siempre la violencia como forma de lograr sus fines. En el 2005 una comisión internacional independiente constató que el IRA se había desarmado. Ahora han sido los unionistas radicales los que han dado el paso que les correspondía. Tony Blair se ha salido con la suya. Su éxito es innegable. ¿Puede torcerse algo? Es muy difícil, porque a nadie le conviene, y menos que a nadie a los dos partidos más radicales, que han ganado preponderancia merced a esa posición (absorbiendo voto moderado), pero que podrían perderla en caso de volver a las andadas. La mayor garantía es precisamente que ni Paisley ni Adams pueden mejorar la actual correlación de fuerzas. Las lecciones del proceso norirlandés son muchas, y algunas de ellas pueden tener aplicación en el caso vasco. Pero sería un error craso -y quizá dramático- identificar o confundir ambos conflictos. Ni su naturaleza ni su contexto son los mismos. Es algo sobre lo que deberían reflexionar juntos el PSOE y el PP. Aunque parezca imposible.