Galicia y sus caminantes

OPINIÓN

03 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

ES A PARTIR de los últimos años de la década de los cincuenta cuando la motorización irrumpe con fuerza en España. Las enormes posibilidades de la tracción mecánica irán extendiéndose a través de todos los caminos. El nuevo fenómeno social, la circulación de vehículos a motor, hallará en Galicia un marco singular: un idílico paisaje surcado de rueiros, de sendas, de corredoiras, de caminos sobre los que se mueven ganados, cabalgaduras y ancestrales carros movidos por la tracción animal. Aquí viven gentes apegadas al medio rural -entonces, más del 70% de la población gallega se integraba en ese medio- para las que el automóvil será un enemigo mortal que sorprende a un paisanaje ajeno al progreso que viene, envejecido, con pérdida de vitalidad, marcado por un endémico proceso de emigración. Tan propicio es el marco en cuestión para el atropello, que las provincias gallegas -más, las dos atlánticas- marcarán año tras año los más altos registros de peatones muertos en el tráfico español. No son consecuencias del azar. Son adjetivaciones de esta comunidad las que han llevado a estas consecuencias. Decía Álvarez Blázquez que «Galicia es el país de la encrucijada. El terreno quebrado, la costa sinuosa, el minifundio, la población dispersa, la organización económico-social o incluso la radical condición comunicativa de sus hombres han determinado el hecho de que el suelo gallego se halle profusamente surcado de caminos desde tiempos remotos». Decía Martínez-Barbeito que «Galicia ha sido siempre un caminar: de fuera adentro, las peregrinaciones que vienen; de dentro afuera, la emigración». Finalmente, en el año 1977, escribía Celso E. Ferreiro un artículo titulado La muerte absurda y señalaba que «en el gallego, singularmente del medio rural, faltan las acciones y reacciones que impone la cultura del automóvil». Ya son mejores los caminos, aumenta la población urbana en tanto disminuye la de las áreas rurales, es otro el sentido de la suspicacia y de la precaución. No obstante, la relevancia gallega en esta vertiente de la accidentalidad es aún incuestionable y podríamos enumerar con rigor el orden de factores que hacen entender este peculiar maleficio del tráfico en Galicia. Hoy hemos intentado un cierto acercamiento a las raíces.