Los iconos gaseosos

| LUÍS VENTOSO |

OPINIÓN

16 ene 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

DESDE la Antigüedad clásica hasta finales del siglo XX, para llegar a la categoría de héroe había que sudar tinta china. En la leyenda, Ulises se inventó el caballo de Troya. Pero eso fue sólo el aperitivo de sus proezas. Para labrarse la gloria eterna, antes de regresar a Ítaca hubo de deambular 20 años por el Mediterráneo y enfrentarse a cíclopes, sirenas picaronas y hasta a los rayos rencorosillos del mismísimo Zeus. Hoy el heroísmo está de rebajas. Futbolistas que calientan banquillo, cantantes que no cantan y toreros que no torean copan la escena y se lucran por ello. David Beckham es un futbolista excelente, pero le falta un hervor para colarse en la categoría de los divinos: Pelé, Suárez, Maradona, Cruyff, Ronaldinho... Beckham tiene una pierna derecha con GPS incorporado, es un superdotado tirando faltas y suda como un proletario del balón. Cierto. Pero sus detractores recuerdan que su zurda es nula, que no sabe regatear y que sus estadísticas reales son discretas. Al Madrid le costó 6.000 millones de pesetas. A cambio, en tres temporadas, nunca logró más de 4 goles en Liga y dejó su récord de asistencias en 10. En realidad, sus cifras no están tan distantes de las de un Munitis. Pero en el mercado global, Beckham es el mayor vendedor de camisetas blancas y la traducción al japonés de su autobiografía despachó más de 300.000 copias. Beckham no vende fútbol; aporta moda, relaciones públicas con la jet del pop y el glamur de una mujer cantante (que en realidad lleva cuatro años sin cantar). Munitis, a pesar de su curioso parecido facial con Bruce Springsteen, es sólo un obrero del balón, sin donaire social. En contra de cualquier lógica, Beckham, con 31 años, va a empetar un millón de dólares a la semana por jugar en el Galaxy de Estados Unido, un país donde el fútbol es un deporte residual. En la sociedad instantánea de Internet y tele a la carta, la imagen icónica pesa más que los méritos concretos. A talentos iguales, la guapura, la excentricidad o el mero pijismo proporcionan un plus económico. Paris Hilton, sin oficio conocido, merece mucha más atención mediática que Hilary Swank, una actriz que a la edad de Victoria Adams ya custodia dos Oscar. Lo interesante de la parábola Beckham es que la fórmula de los héroes gaseosos pita en política. Viendo todo lo que ha pasado desde el atentado de la T4, flota la inquietante sensación de que Zapatero da el perfil perfecto para ser fichado por el Galaxy: regatea mal, juega solo con la zurda y abusa del fuera de juego, pero ahí está, sólo por dar una imagen fresca frente a un oponente carpetovetónico, que no se despega de un vetusto aroma a alcanfor. xto