Paternidad

| RAMÓN IRIGOYEN |

OPINIÓN

13 dic 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

CUANDO una madre empleada -es decir, trabajadora con sueldo- da a luz, tiene un permiso por maternidad de 16 semanas remuneradas. Obviamente, nos referimos a una mujer trabajadora con sueldo, porque hay también miles de madres trabajadoras -trabajan en el hogar- que carecen de empleo y, por tanto, de sueldo. Al padre de la criatura le corresponden dos días de permiso retribuido. Pero la Comisión de Trabajo y Asuntos Sociales del Congreso ha aprobado el dictamen del proyecto de ley de igualdad y, aunque no afecta al permiso de la madre, sí va a haber cambios para el del padre. Todos los votos se decantaron a favor de este dictamen excepto los del PP, que se abstuvo. Y ¿por qué se abstuvo el PP?, pregunta una abubilla en un bosque del municipio de Fonsagrada. Y le responde telepáticamente en un parque de Vigo un ruiseñor becqueriano alérgico a cambiar pañales: ¿y por qué no habría de abstenerse? El nuevo permiso de paternidad otorgará 15 días retribuidos a los varones y se irá ampliando progresivamente hasta alcanzar las cuatro semanas en el 2015. Por fortuna, el tiempo vuela rápido, y el 2015 está realmente a la vuelta de la esquina. No obstante, UGT y CO.?OO., que no se creen eso de que «mientras hablamos, el tiempo habrá huido celoso», según advertía en una oda el poeta latino Horacio, ya han declarado que esperan que se reduzca este plazo. El proyecto de ley mejorará la situación de las trabajadoras autónomas y la de las empleadas menores de 26 años que tengan hijos, aunque sus cotizaciones hayan sido mínimas. ¿Y qué debemos decir los varones del permiso de paternidad?: otra obviedad, que por desgracia algunos listillos no comparten. Que el varón debe implicarse en la crianza y educación de los hijos con idéntica y abrumadora intensidad con la que se implican las madres. Hasta ayer un hijo era para un padre un extraño con el que, por desgracia, había que coincidir en la mesa. Y aquí se habla ahora de padres de clase media y baja porque en la burguesía, por supuesto, no era infrecuente que padres e hijos comieran en mesas diferentes. No es raro que el parto genere una depresión en la mujer. Es el momento en que el varón es más necesario en casa.