Protejamos la costa

| RAMÓN IRIGOYEN |

OPINIÓN

22 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

EL PRESIDENTE de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, acaba de declarar, refiriéndose al litoral gallego, que la costa no es de las inmobiliarias, sino de los ciudadanos. Pero los ciudadanos estamos, ay, tan habituados a que se perpetren tantos delitos contra la ciudadanía con impunidad para los delincuentes, que casi no nos creemos que se tome una medida tan acertada. Ahora que ya avanza el otoño a marchas forzadas -o magnis itineribus, si se prefiere el latín de Julio César, que era letal en la depredación de todo tipo de costas-, recuerdo al editor y magnífico escritor Carlos Barral como uno de los grandes defensores de las costas catalanas -y, por extensión, de todas las costas del mundo: él era cosmopolita- allá por los años sesenta en que se hicieron tantos estragos en las orillas de nuestros mares. Y los estragos continuaron en las décadas siguientes. El litoral gallego, según la ley actual, a la hora de edificar tiene una protección de 200 metros. Con el proyecto de ley que prepara la Xunta, las pobrecillas e incomprendidas inmobiliarias no podrán construir a menos de 500 metros del mar. La nueva ley la deberán cumplir los municipios costeros -en Galicia, la mayoría- que no hayan adaptado sus planes urbanísticos a la ley vigente del 2002. En estos municipios, estará prohibida la construcción, tanto en suelos urbanizables como en los suelos propiamente urbanos, cuando no tengan continuidad con la trama urbana. En esta alusión a la trama -que, si, en un tema como éste, está permitida una broma, nos evoca delitos inmobiliarios de novela negra en tantas costas españolas- la Xunta deja bien clara su voluntad de legislar finamente teniendo en cuenta las diversas variables del entorno. Allá por agosto del penúltimo verano, vi cómo se construía un desdichadamente célebre hotel en El Algarrobico, en la almeriense sierra de Gata, que más que construido al borde de la playa parecía que lo estaban edificando dentro del mar, en pleno corazón del Mediterráneo. Hay un verso magnífico de Carlos Barral - «y casi ruge la gangosa arena »- en que se oyen los innumerables estragos perpetrados en nuestras costas.