Piensa en mí

La Voz

OPINIÓN

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

03 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

CHAVELA Vargas se retiró de los escenarios el otro día. A lo grande, en la ciudad de la laguna, en el DF de Amores Perros. Tiene sólo 87 años, una chavala, esta Chavela. A los 83 años actuó en el Carnegie Hall. Así, de cuerpo entero, pisó este fin de semana las tablas por última vez, rodeada de mujeres artistas. Cuentan las crónicas que hizo testamento. Le pasó el micrófono a Lila Downs, «para que lleve las canciones de México por el mundo». Lila Downs es otra gran artista. Otra que se ríe de su sombra, «te dicen mestizo por tus vicios». Chavela Vargas es la mítica voz de cazalla. Algo así como si el poeta Pepe Hierro fuese jilguero y hembra. Es una terrible voz, profunda. Llegada de muy lejos, para golpear los auditorios. La mujer del poncho rojo confesó siempre que había bebido, que había vivido. No es mexicana. Es de Costa Rica. Habló siempre sin mentiras. Le gustan las mujeres y las amó. Llevaba pistola y en España la apadrinó Pedro Almodóvar, que la paseó por Madrid como una hada madrina de los infiernos. Una ranchera en la boca de Chavela es un puñal al viento, un cruce de tequila y mezcal, una explosión. A Chavela Vargas la vi en directo en Santiago y nos noqueó a todos. Fue breve y salvaje. Como si un fuego estuviese a punto de quemar el patio de butacas. Hacía que cualquier teatro pareciese en seguida una taberna del más allá, un lugar patibulario, maldito. Una geografía imposible de amores rotos y cosidos a balazos. La leyenda dice que amó a otra grande, a la pintora Frida Kahlo, esa mujer encarcelada en sí misma y en Diego Rivera. Grabó su voz a navaja en más de ochenta discos. Su carácter era tan fuerte que podía haber ganado un título mundial de boxeo. Hacía de un escenario un cuadrilátero. Vivía a lo bestia. Sin pedir permiso ni perdón. Hasta el último trago, Chavela, paloma negra. cesar.casal@lavoz.es