Ratonera libanesa

| YASHMINA SHAWKI |

OPINIÓN

14 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

CUANDO en septiembre de 1970 el rey Huseín de Jordania tomó la atacó a los milicianos palestinos refugiados en su país tras la Guerra de los Seis Días, el mundo árabe se convulsionó. En aquel momento, en Jordania, la mitad de la población era palestina o de origen palestino; de ella, un 50% residía en campamentos de refugiados. La presencia de muchos palestinos armados que buscaban la movilización de los refugiados amenazaba la estabilidad de la monarquía Hachemita. Sin embargo, antes de actuar de forma tan drástica, el rey Huseín había intentado sin éxito adoptar medidas de inserción incluyendo la posibilidad de incorporar a los milicianos o fedayín a sus fuerzas armadas. Los resistentes palestinos refugiados en Jordania no sólo rechazaron estas ofertas sino que organizaron un atentado contra el monarca jordano y el asalto a dos hoteles de Aman con toma de rehenes. El conflicto se saldó con 3.000 palestinos muertos, 10.000 heridos y un acuerdo con Arafat. Como consecuencia de ello, los fedayín trasladaron, al año siguiente, su base de operaciones de Jordania al sur del Líbano. El apoyo sirio a las milicias palestinas y su deseo de controlar Líbano ocasionaría una nueva guerra de 1975 a 1990. Al finalizar ésta, la estrategia siria de penetración se magnificó con su apoyo a Hezbolá, un grupo que Israel ha considerado lo suficientemente peligroso como para invadir Líbano una vez más. Treinta y seis años después, la incapacidad del gobierno libanés para desarmar a Hezbolá y la injerencia siria no presagian una paz duradera en la ratonera libanesa, pese a la intervención de las tropas de la ONU.