Planes de seguridad vial

| GONZALO OCAMPO |

OPINIÓN

04 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

SE INSISTE en acciones específicas para disminuir los accidentes de tráfico en Galicia. Así, los planes y programas de seguridad vial se suceden. Sus variaciones están en el marco territorial al que afectan, en el ámbito competencial del que dimanan o en la faceta del tráfico a que se dirigen. Su finalidad consistirá en articular acciones dirigidas a uno de los factores que dan origen al fenómeno de la circulación de vehículos y a su evolución, o a todos: las carreteras, los vehículos y el ser humano. Cualquier quiebra del equilibrio entre ellos llevará al accidente y por eso todo afán por lograr más seguridad vial ha de partir de una justa valoración en la causalidad de los desequilibrios. La reiteración de alguna especie de accidentes debe forzar actuaciones singulares. Recordemos ahora la incuestionable teoría según la cual la causalidad de los accidentes es compleja, los múltiples factores que intervienen en ellos son concausas del resultado final y, en todo hecho, es manifiesta una neta primacía del factor humano. Dicho esto -tan elemental- es oportuno traer aquí leve memoria del Informe Gerondeau, para una política europea de seguridad vial, encargado por la Comisión Europea, redactado en febrero de 1991. Respecto a los automóviles se decía de la necesidad de «apoyar a los constructores para que fomenten desde ahora mismo una concepción de los vehículos que incite a una conducción más sosegada». Con relación a las carreteras apunta el informe a la necesidad de que «cada red viaria, sea cual sea su responsable -Estado nacional, ente local o empresa privada- sea obligatoriamente objeto de un control sistemático periódico externo por lo que respecta a su nivel de seguridad». Finalmente, de entre tantas referencias al usuario, optamos por la que apunta que «hay que fijarse como objetivo fomentar un modelo de comportamiento de los usuarios de la carretera respetuoso de los demás, un modelo de conducción sosegada, sin agresividad, y ello tanto en la ciudad como en las carreteras». Son, como puede verse, algo así como principios generales. Es después la peculiaridad de lugares y de situaciones -y en Galicia hay notorias singularidades en el contexto de su tráfico- lo que marcará las pautas de las acciones que sirvan para atenuar la accidentalidad.