Más Aristóteles

OPINIÓN

15 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

EL PASADO domingo dos noticias me sobrecogían, ambas por diferentes razones, pero, en mi opinión, ambas poseen un denominador común que me parece necesario destacar. La primera de ellas era portada del periódico: otros tres jóvenes perdían la vida al volver de la movida nocturna, presuntamente por un exceso de velocidad. Se está convirtiendo en algo demasiado frecuente, incluso ya cotidiano, que las ediciones del fin de semana nos traigan informaciones como ésta. La otra noticia pasaba mucho más desapercibida, casi de puntillas. Se refería ésta al nacimiento de un nuevo niño concebido por fecundación artificial, con la particularidad de que la madre tiene 62 años y el padre 60. ¿Se dan ustedes cuenta? Cuando este chaval llegue a la adolescencia, se encontrará con que difícilmente aquéllos que tienen la obligación de acompañarlo en su proceso de maduración y desarrollo personal podrán hacerlo, porque tendrán demasiados años. ¡Pelear con un adolescente a los 76, 77, 78 años! Hagan este sencillo ejercicio mental, por favor: cierren los ojos e imagínense a sí mismos en esa situación. Cuando, por otra parte, las estadísticas nos dicen que a esas edades es muy posible que aparezca algún tipo de enfermedad degenerativa, sobre todo alguna clase de deterioro cognitivo. Este caso de maternidad tardía tiene el agravante de que la señora Rashbrook ya es madre de otros tres hijos fruto de un anterior matrimonio, pero se trataba de cumplir el sueño de su nueva pareja¿ Soñar está bien, pero sin meter en berenjenales a los demás. La vida no es sueño, mal que le pese a Calderón de la Barca. Pienso que nos estamos desmadrando en todos los sentidos y que nos hace mucha falta renovar nuestra más profunda convicción en el enorme valor práctico de la virtud de la prudencia, en orden a alcanzar la felicidad, personal y comunitaria. Por eso me parece oportuno volver a leer a Aristóteles y, en concreto, su Ética a Nicómaco , todo un clásico de la literatura universal. Es verdad que a lo mejor habría que hacer una nueva edición, con una prosa más adaptada a nuestros tiempos que facilitase su lectura, pero aún así merece la pena el esfuerzo de leerla. Porque no por mucho que algo se pueda hacer (correr a 160 por donde se debería ir a 50, tener un hijo a los 62 años), se puede hacer en el sentido moral del término. La prudencia, como las demás virtudes, nos ayuda a acertar en la toma de decisiones.