España se montó en el Seiscientos

| LUIS POUSA |

OPINIÓN

SALE A LA VENTA EL PRIMER SEAT SEISCIENTOS

26 jun 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Antes de la era del monovolumen y el todoterreno, los españoles viajaban en coche. Los coches eran coches. A secas. Bueno, los había grandes y pequeños. Pero poco más, porque la economía no daba para tanto cilindro y tanto caballo fiscal. Y el primer coche de todos tenía nombre y apellido: Seat Seiscientos. Era uno más de la familia. El artefacto nació el 27 de junio de 1957 en la fábrica de la Sociedad Española de Automóviles de Turismo (Seat) en la Zona Franca de Barcelona, en la que trabajaba entonces una plantilla de 5.000 empleados y que necesitó una inversión de tres millones de dólares de la época para adaptar sus máquinas a la nueva producción. Aunque el vehículo se convirtió luego en todo un símbolo de la industria española, lo cierto es que el castizo diseño era en realidad un clon del Fiat 600, que el ingeniero italiano Dante Giacossa había perfilado tras el éxito del Fiat 500, el conocido Topolino. En aquel 1957, cuando la policía todavía vestía de gris y había muchos más bigotes en el paisaje humano, un Seiscientos costaba 63.000 pesetas y alcanzaba una velocidad máxima de 95 kilómetros por hora. Más que suficiente para una España que todavía estaba muy lejos de los 120 kilómetros por hora de las autopistas y en la que aún se repostaba en sencillas gasolineras de toda la vida (las estaciones de servicio no existían). Aunque dejó de fabricarse en agosto de 1973, un ejemplar en buen estado se cotiza hoy a 3.000 euros en el mercado de segunda mano. Con el modesto utilitario llegaron cambios cruciales en la biografía íntima del país. El personal descubrió el apasionante universo de las letras (no confundir con la literatura, que es otra cosa). El pago a plazos se instaló en nuestras vidas, muy probablemente para siempre, y las letras se convirtieron en un tema más de conversación, como el partido del domingo o el cole de los niños. Había que ir pagando, por un milagro de la economía doméstica, las letras del coche, de la tele y de la nevera, para poder aguantar el tirón de la vecina del quinto, que ya tenía el pisito todo puesto de electrodomésticos. El legendario Seiscientos trajo una nueva especie a la superficie de la Tierra, confirmando las teorías de Darwin, ese señor de barbas, de que esto de la evolución no tiene frenada: el españolito se aferró al volante y nació el dominguero. El nuevo ser vivo colonizó esta esquina del planeta y ya nunca se bajó del coche, en el que descubrió que, en contra de las leyes clásicas de la física, podían meterse un padre, una madre, tres hijos, un par de abuelos, un perro e incluso la jaula del canario y la sombrilla playera. El Seiscientos es un clásico de las viñetas de Mortadelo y Filemón, que Ibáñez adornaba con aquel turismo para buscar mayor contraste con los cochazos que manejaban los héroes de los cómics americanos. Aquí hasta la fantasía viajaba a lomos de un Seiscientos, no se fuese a desmandar la cosa. El famoso Seat sale mucho en la filmografía española de la época, que abusó hasta límites insospechados del icono del progreso económico de la renqueante España de los cincuenta. Lo más curioso es que el automóvil menos glamuroso de la historia también se coló de refilón en una película del mismísimo Bond, James Bond. En Sólo para tus ojos, cinta protagonizada por el añorado Roger Moore, se asoma un Seiscientos por un paisaje de la sierra madrileña. No todo son Aston Martin y martinis mezclados no agitados en la exclusiva vida de 007.