Chávez bajo la mirada de Nixon

OPINIÓN

03 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

SI RECORDAMOS la mirada hostil, atiborrada de odio, con que el presidente estadounidense Richard Nixon hablaba del presidente chileno Salvador Allende, tendremos una idea de cómo el actual titular de la Casa Blanca, George Bush, mira al presidente venezolano, Hugo Chávez. Y Dios me libre de comparar a Allende con Chávez, porque muy probablemente ofendería la memoria del mandatario chileno, el cual, cercado por las tropas de Pinochet, se suicidó antes que rendirse a los sublevados. En cambio, no estoy tan seguro de que las presiones de Bush no acaben por ser comparables a las de Nixon, quien, según el embajador estadounidense en Chile, juraba una y otra vez que iba a aplastar a Allende. Y al cabo terminó por propiciar esa realidad. ¿Estamos en la antesala de una situación similar? Es verdad que Chávez no cesa en sus provocaciones, insolencias y zafios insultos al presidente de Estados Unidos (cosa que no hizo nunca Allende contra Nixon, aunque lo consideraba también un peligro o, como dice el líder venezolano, un mister Danger ). Pero los tiempos han cambiado lo suficiente como para que el proceso chileno no pueda repetirse..., aunque todavía sea dudoso que hayan cambiado tanto como para que sea imposible un «impulso estadounidense» que desestabilice la situación en Venezuela. En estas estamos. Bush seguirá mirando a Chávez con los mismos malos ojos con que Nixon miraba a Allende. Pero el actual presidente de EE.?UU. sabe que Nixon tenía a su favor un argumento que ahora no existe: la guerra fría. La idea de que Chile pudiese acabar bajo el paraguas soviético era suficiente para convertir al mundo occidental en consentidor (si no en cómplice) de la política de Nixon. Hoy no existe ese argumento. Pero no sería de extrañar que en el entorno de Bush alguien haya actualizado ya el mismo plan que Kissinger elaboró contra Allende y cuyo objeto es dividir y debilitar las fuerzas que apoyan a Chávez, ampliar los contactos con militares, ayudar a los medios de comunicación críticos y fomentar en el mundo la imagen de una satrapía chavista. La pregunta es si esto basta. Chávez está sobre aviso, y los tiempos, insisto, han cambiado.