Proliferación de documentos

| JOSÉ RAMÓN AMOR PAN |

OPINIÓN

17 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

LOS OBISPOS españoles están en plena efervescencia literaria. En pocos días han publicado dos textos, uno sobre reproducción asistida y otro sobre la labor teológica realizada en España en las últimas décadas. Hoy me voy a referir al primero de ellos. Y lo primero que debo decir es que resulta insultante e inmoral que los que se oponen a la reproducción humana asistida, la investigación con células madre embrionarias y la clonación terapéutica consideren a los partidarios de dichas técnicas como personas cuya postura carece de toda base racional y/o teológica. Los que así piensan tienen mucho de ignorancia, prepotencia e integrismo; ingredientes que abundan en este documento de la Conferencia Episcopal, que llega a acusarlos de formarse un juicio positivo hacia dichas técnicas no de acuerdo con los datos de la ciencia y los principios de la ética humanista, sino siguiendo los eslóganes y las informaciones interesadas de la industria productora de niños y de los laboratorios de investigación biomédica¿ Pero es que, además, el lenguaje utilizado en el texto desborda cualquier medida y resulta impropio y tendencioso. Se vislumbra la mano de su secretario general. Es verdad que la Iglesia primera se caracterizó ya por una clara defensa de la vida no nacida en un contexto en que el aborto era una práctica frecuente. Pero no sólo se condenaba el aborto, sino que se rechazaba con idéntico ímpetu la presencia de un cristiano en el ejército, la pena de muerte e incluso se cuestionaba la legítima defensa: ahora hasta tenemos obispos castrenses. En segundo lugar, al menos durante once siglos la tesis de la animación retardada del feto fue la dominante: el propio Aquinate estuvo convencido de que la recepción del alma acontecía cuando el nuevo ser había adquirido forma humana (alrededor de los 40 días), lo cual se tenía en cuenta a efectos de la valoración moral. Y es que existe una gran diferencia entre la humanidad de un óvulo fecundado y la de un feto, un bebé, un niño, un adulto o un anciano. No reconocerlo y, además, mezclar los diferentes planos existenciales para movilizar emociones es inaceptable, e incoherente si resulta que en el mismo documento se condena precisamente este tipo de manipulación. Podemos tener argumentos para rechazar estas técnicas y compartirlos con nuestros conciudadanos, pero sin emponzoñar las razones esgrimidas por nuestros contrincantes.