Presidentas

RAMÓN CHAO

OPINIÓN

DESDE MI OTERO

19 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

¡VAYA, HOMBRE, se me adelantaron! Ya tenía yo preparada una estrategia sagaz para erigir a una mujer en presidenta de la República Francesa y el tiro me salió por Chile. Se lo recordé el domingo pasado a Ana Hidalgo, la andaluza teniente de alcalde de París. Me había invitado a presenciar en directo, desde la sede del Partido Socialista francés, los escrutinios de las elecciones presidenciales chilenas, y estábamos seguros de que ganaría la candidata de centroizquierda: «Yo quería que fueras tú en Francia, Ana, y ahora resulta que va a ser Michelle Bachelet en América Latina». Lo cosa es que hace unos tres años le pedí audiencia (aún no la conocía) y me recibió en su despacho consistorial. En resumen, le propuse ante un testigo que se alejara de los diplodocus de su partido y que se aproximara a nosotros, los animadores de Attac y de los movimientos altermundistas. Luego, con el fin de perfilar su nueva imagen, que escribiera un artículo semanal o mensual para La Voz de Galicia, para ser publicados en un volumen en Francia por la editorial Plon. Su inteligencia, carisma, origen y condición harían el resto. En eso quedamos, pero fue pasando el tiempo con promesas y refuerzo de nuestra amistad. Entre tanto, supo dirigir con eficacia y firmeza la alcaldía de París durante la convalecencia del titular Bertrand Delanoe. Creo que se equivocó no haciéndome caso, tal vez por fidelidad a su partido. Ahora, en su mismo PS, sale una pretendiente a la Presidencia de la República, Segolène Royal, que no le llega a los tobillos, pero le gana en falta de escrúpulos. Yo no pienso que una mujer tenga que ser mejor política que un hombre. Casos se han visto en los que monta tanto Golda Meier y Ariel Sharon, Reagan y Thatcher, George Bush y Condoleeza Rice o Esperanza Aguirre y Rajoy para convencerse de que, realmente, tanto monta. No es, desde luego, por antifeminismo, pues he de confesar que mi persona preferida en lo que llevamos de humanidad es Teresa de Ávila, seguida de Juan de la Cruz. De Michelle Bachelet cabe esperar que mantenga a Chile como está, y agradecerle que haya cortado el camino del señor Piñera, uno de los grandes multimillonarios del planeta. Yo hablé dos veces con ella, en sendos viajes a Chile, cuando militaba en movimientos antineoliberales (me refiero a ella; yo sigo). El otro día, Víctor de la Fuente, director de Le Monde Diplomatique chileno, me reveló que se había alejado un tanto de nosotros, tal vez para no asustar a los electores. Espero que sea así, y que su nombre se añada a los de Chávez, Lula, Fidel, Martín Torrijos, Kirchner, Tabaré, Evo Morales y otros que pueden llegar pronto, como el peruano Ollanta Humala, comandante en reserva y de tendencias chavistas, que tiene grandes posibilidades de convertirse en presidente de su país en el mes de abril.