Esperando a Evo

OPINIÓN

03 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

HOY TENEMOS por aquí a Evo Morales. No es la primera vez que visita España, pero sí la primera que lo hace como vencedor de las elecciones de Bolivia. Ante su visita, una parte de la opinión publicada se ha exaltado: he ahí, vienen a decir, uno de los amigos de Zapatero; otro como Fidel Castro; otro como Hugo Chávez; el reflejo de la política exterior tercermundista que caracteriza a este Gobierno; cómo nos va a apreciar Estados Unidos, si mantenemos relaciones privilegiadas. Así está el patio y, en ese ambiente, el PP hace uno de sus gestos y rehúsa entrevistarse con el líder indígena . Las disculpas alegadas son que Mariano Rajoy no estará en Madrid y el responsable de exterior del partido, Jorge Moragas, ya se entrevistó con Morales hace meses. Sean ciertas o no esas alegaciones, el resultado será que el PP no le presta al Gobierno el favor de una foto, y los conservadores podrán seguir diciendo eso que ya se escuchó: que Evo Morales se retrató, por este orden, con Chávez, con Castro y ahora con Zapatero. Las cuatro patas del banco. Son los juegos políticos que tanto gustan en algunas zonas. La pura realidad, aunque duela, es que el Gobierno de España está obligado a entenderse con Morales por importantes razones. La primera, el realismo. Este es un momento en el que hay que aplicar el dicho británico: la nación no tiene amigos en el extranjero; tiene intereses. Los intereses de España en Bolivia tienen nombre de empresas, como Repsol, que han hecho allí importantes inversiones y hoy viven en la incertidumbre de su futuro. Cuando Morales anuncia una renegociación de su actividad, el Gobierno español tiene que usar todas las presiones a su alcance en busca del mejor desenlace. Envolverse en banderas de dignidad propicia grandes discursos, pero ruina económica. Y la segunda es que Morales será todo lo enemigo de lo yanqui que se quiera, todo lo indigenista que le caracteriza y todo lo adversario del capitalismo que se teme; pero no es un espadón. Ha ganado unas elecciones. Representa a su país con toda legitimidad, por mucho que admire a Fidel. No tiene detrás una historia de represión. No hay, por tanto, argumentos políticos para darle la espalda. Al revés: España, tan vinculada a Iberoamérica, no puede hacer esas distinciones, sino estar con ellos. Si España se opone al creciente movimiento indígena y social que surge en aquel continente, se quedará fuera de su futuro. Lo que sí puede y debe hacer es ayudarles a canalizar su acción política por cauces que no lleven al autoritarismo. Y, de paso, enseñarles que las nacionalizaciones no han llevado a ningún país al progreso. Al revés: llevan casi siempre a una mayor pobreza del país.