El drama de Daniel Disyóquey

| FRANCISCO RÍOS | HABLAR.BIEN@LAVOZ.ES

OPINIÓN

30 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

A FINALES de los años sesenta, con el tocadiscos de pilas Philips nació en las pandillas españolas el personaje del encargado de cambiar los vinilos. Solía ser el muchacho menos agraciado del grupo, o el menos dotado para una relación fluida con representantes del otro sexo. Su función más importante: saltar a tiempo el anuncio de Fundador entre canción y canción de Adamo, no fuese a romperse el ambiente del guateque. Con el tiempo, esta figura se profesionalizó y fue adquiriendo prestigio social. Para entonces ya era el disc jockey, denominación que no hizo sino acrecentar su glamur. Uno de estos profesionales del cambio de discos ha alcanzado notoria popularidad, aunque más por los lechos que ha visitado que por sus brillantes programaciones musicales. Entre otros, el campeón ha roto los corazones de Belén Esteban, Malena Gracia y de una Miss España. Este artista de la música y el amor sustituyó en sus actividades públicas la identidad con que figura en el registro civil por el nombre de guerra Danny DJ, en el que DJ es la sigla de disc jockey. La originalidad no es total, pues existen otros Danny DJ, algunos dedicados a lo mismo en lo artístico, y algunos otros de vida sentimental sin consolidar, como un «Danny DJ, 46 ans, divorcé avec deux enfants», que desde una página de Internet «recherche une femme (34-46 ans, situation familiale indifférente, enfants bienvenus) affectueuse, feminine, equilibree, prête a s'investir totalement dans une vie de couple riche en tendresse, stable mais pas statique». Desde la profesionalización del disc jockey, en España se había buscado un nombre más castizo para designarlos. La imaginación de quienes se empeñaron en el intento no fue más allá de pinchadiscos, etiqueta que por falta de exotismo no ha triunfado. Consciente de ello, la Academia ha optado por la adaptación del sintagma inglés y ha dado con disyóquey (plural, disyoqueis ), ignorante de que aquél ya había pasado a escribirse en sigla, DJ, y ésta se leía a la inglesa, diyéi. Con lo que el drama está servido: ¿podrá conservar su glamur -él preferiría glamour - Danny DJ si para estar a bien con las leyes que rigen esto de la lengua pasa a llamarse Daniel Disyóquey? Mientras tanto, ajeno al drama y afectado por problemas de garganta que obstaculizan su carrera de cantante, Joaquín Sabina seguirá escribiendo sus pareados de secano, como aquel que dice: «Miss Jaén borda el noventa y seis con Danny Diyéi».