La clonación de Jesús

| RAMÓN CHAO |

OPINIÓN

29 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

CADA DOS o tres años sale en Francia un libro escandaloso bajo distintos puntos de vista. Hace seis o siete, Catherine Millet, respetada crítica de arte, nos desveló con pelos y señales su más íntima vida sexual. Más cerca de hoy, Michel Houellebecq nos sale con esas Partículas elementales políticamente incorrectas, novela que lo equipara con Louis-Ferdinand Céline y en la que detalla sus viajes pedófilos a Tailandia. Tanto de la primera como de ésta se vendieron cientos de miles de ejemplares. Ahora surge Didier van Cauwelaert (pronúnciese Covelar ). Recompensado ya en 1994 con el premio Goncourt por su novela Ida sin vuelta, regresa ahora con un sacrílego Evangelio de Jimmy , verdadera investigación científica sobre una posible clonación de Jesús. Asegura que, desde Bill Clinton, la Casa Blanca conserva un secreto capaz de cambiar la faz del mundo: en EE.UU. han clonado a Cristo. El nuevo mesías se llama Jimmy y vive en Connecticut. Lleva una existencia bastante convencional: ejerce de piscinero y tiene una amante llamada Emma. Pero todo se derrumba cuando Emma decide separarse. Jimmy se retira en un desierto del oeste donde aguanta una serie de depresiones. Cierto día, tres representantes del Gobierno le revelan que es el clon de Jesucristo. Antes de ser lanzado al mundo, Jimmy habrá de formarse cultural y religiosamente, hasta el día en que cura una herida a su nueva amante, Kim Wattfield. A partir de ahí se multiplican los milagros: reverdece un arce seco, resucita a un hombre atropellado por un coche... Cabe destacar el cuidado científico con que Cauwelaert aborda el problema de la clonación. Se basa en el célebre sudario de Turín. Si en verdad sirvió para envolver el cuerpo de Jesús, alguna partícula habrá quedado, un pelo, unas gotas de sangre. El asunto es saber si el llamado santo sudario es auténtico o no. Juan Pablo II se arrodilló un 24 de mayo ante la supuesta reliquia como preámbulo de la celebración del 2.000 aniversario de la Encarnación de Cristo, y un papa no se puede equivocar. Sin duda el polaco había leído el informe de Marion Courage y del Instituto de Óptica de Orsay, que se señala la existencia de restos de inscripciones griegas del siglo I. Sin embargo, los venerables padres de Roma no tuvieron en cuenta éstos ni otros resultados igualmente científicos, arguye Cauwelaert. «El Santo Sudario pertenece al Vaticano, y a él le corresponde realizar los exámenes», aclara el cardenal Giovanni Saldarini, arzobispo de Turín. Y así, los santos padres nombraron ellos mismos una comisión cuyas conclusiones atestiguan que el lienzo data de la Edad Media. «Es que no les interesa que salga un nuevo Jesucristo -remata el autor de la novela-. Su primera acción consistiría en imitar a su modelo cuando expulsó a los mercaderes del templo». Yo añado que el Jesús bis diría como el personaje de Pondal: «Se este é o mundo que eu fixen/ que me leve o demo». Pienso también que en nuestro caso mejor sería, y más fácil, clonar a Santiago. Ahí quedan restos, huesos, túnicas... En primer lugar, se sabría si datan del siglo I o del IV, lo cual cambiaría todo. Y luego, de ser cierto, buena falta le haría a algún sector de la derecha española un matamoros de verdad, y no esas pálidas copias de Aznar y Rajoy.