Artículo 1: Demi Moore

Luis Ventoso

OPINIÓN

27 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

CUANDO uno se cala hasta las cejas la boina (o la barretina, o la chapela, o la montera de torero) y piensa que lo suyo es lo mejor y lo único, pues resulta fácil que acabe volviéndose repelente a los demás. Durante la plomiza pesadilla franquista, Cataluña era una bocanada de oxígeno: abierta y cosmopolita. Allí bullían las industrias de la edición y la moda, y era punto inevitable para los saraos culturales. A mayores, su industria disfrutaba del eco de los privilegios proteccionistas otorgados por Primo y Franco, en detrimento de países agraviados (véase Galicia), condenados a exportar a Barcelona una mano de obra sin futuro. Luego llegó la libertad. Cataluña se replegó sobre sí, se metió una sobredosis de «valores propios»... y la industria y la cultura se piraron por patas al desangelado Madrid, donde al menos nadie te cachea el árbol genealógico. Freixenet ha fichado a Demi Moore, porque sabe que su nación es el mundo. El capital catalán teme que esta lujuria estatutaria, artificial y un poco provinciana, le pinche las burbujas.