05 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

ADJUNTO texto íntegro de un mensaje que le enviaron al móvil a mi sobrina Lorena: «Hla kt? toy n t ksa qdams? bss». Yo habría sido incapaz de contestar, porque no entendí nada, pero ella escribió «okis» y bajó para tomarse algo con su amiga. Les traduzco el texto en cuestión: «Hola, que tal, estoy en tu casa. ¿Quedamos? Besos». A lo que mi sobrina respondió con ese «okis» que no es más que un sí pero como más cariñoso. Yo que me creía tan moderno. Yo que me creía tan joven. Yo que me creía que todo lo sabía. Yo debo reconocer que soy un carca. Bueno, un purrilote, como dice mi sobrina. Sí, lo soy, porque servidor es de los que no se salta ni una tilde ni una coma cuando escribe SMS o correos electrónicos. Pongo hasta el último acento, hasta el más insignificante de los puntos y no me permito ni el lujo de saltarme el símbolo de apertura de interrogación o de exclamación. Hasta ayer creía que eso era lo normal y que los jóvenes como mi sobrina se comen letras porque son unos burros y escriben tan mal que no saben ni poner su nombre y apellido sin cometer alguna falta de ortografía. Pues no es eso, no. Resulta que en el lenguaje de los SMS prima más la economía que cualquier otra cosa. Porque cada letra vale pasta. Y tanto es así la cosa que ahora hasta existe un diccionario de SMS en gallego, castellano, catalán y euskera que uniformiza y da seriedad a ese nuevo pseudoidioma. Es característico de los carcas como yo creer que lo nuevo es siempre peor. ¿Okis?