El ascua y la sardina

MARÍA ANTONIA IGLESIAS

OPINIÓN

08 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

CADA VEZ que el terrorismo internacional golpea como lo ha hecho en Londres, causa en primer lugar su objetivo básico, que no es otro sino provocar el terror, obviedad ésta que lleva consigo algo mucho más letal que la misma muerte: el aturdimiento mental, la ofuscación de las ideas, el desconcierto, incluso entre quienes tienen la responsabilidad de abrir un camino de lucidez y cordura en medio del caos. Eso es tan inevitable como seguros están los agentes de esta lacra del mundo atormentado en el que vivimos de que la división de las víctimas es la segunda victoria que de este modo logran infligir. Por eso los mensajes de los responsables políticos se arraciman en la aparente unanimidad de las primeras horas, conscientes de la necesidad de no ofrecer al enemigo esa segunda victoria que es la desunión. Sin embargo la aparente unanimidad es sólo apariencia, detrás de la cual surgen las divergencias en los análisis, trufados siempre también de intereses contrapuestos. Esos intereses ya se han explicitado cuando apenas han transcurrido 24 horas de la masacre de Londres y todavía no se ha hecho un recuento total de los muertos y heridos. Y la verdad es que se hace realmente insoportable el espectáculo del oportunismo de un Bush, por ejemplo, arrimando el ascua a su sardina de la guerra de Irak. Intenta otra vez una legitimación obscena de su estrategia irresponsable en un lugar de la tierra, del turbulento mundo árabe, donde cada día el terror es la respuesta al terror primero que se premeditó en las Azores. Y producen una sensación de verdadero asombro los esfuerzos de Blair por sobrevolar empecinadamente la relación que los atentados de Londres tienen, sin duda, sobre su posicionamiento belicista de entonces y su contradictorio liderazgo de hoy dentro y fuera de su país. Porque en el interior va a tener que enfrentarse con la esquizofrenia más irritante, que le va a obligar a endurecer su política de seguridad, pero que no le va a salvar de las iras de quienes no le han perdonado el maridaje con Bush. En el contexto europeo, deberá caminar con pies de plomo para que su circunstancial liderazgo en la UE no tense más la cuerda de una maltrecha unidad a punto de saltar por los aires. Porque no parece que estén los ánimos para que, al socaire de la unidad frente al terror, intente Blair llevar a cabo su particular enmienda a la totalidad sobre las reglas del juego que la vieja Europa se ha dado a sí misma. Una mirada xenófoba sobre la Europa que trata de abrirse paso hacia el paraíso que disfrutan los privilegiados pioneros de la Europa del bienestar sería un error que generaría una respuesta inquietante. Porque en países marginados como Turquía, ese oscuro objeto de deseo de la frustración y la marginalidad, planea, sin duda, el terrorismo fundamentalista. Por eso, cuando en Europa la libertad y la democracia se ven sacudidos por un huracán de furia que requiere el coraje y la inteligencia de sus mejores líderes, el torpe oportunismo de Rajoy arrimando desde su liderazgo el ascua a su sardina contra la estrategia de Zapatero para lograr el final del terror en Euskadi, me resulta insultante.