Precursor de Greenpeace y amante de la Tierra

POR FÉLIX SORIA

OPINIÓN

03 may 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

PARA QUÉ engañarse, la mayoría de los ciudadanos -gallegos o de otros países europeos- no recuerdan al canadiense Bob Hunter, uno de los doce locos que en 1971 fletaron un barco en Vancuver con la intención de impedir que la Administración Nixon realizara ensayos nucleares en la isla de Amchitka (Alaska). Dos años después, a rebufo del impacto mediático de aquella fracasada acción -el buque ecologista ni siquiera arribó al escenario de las pruebas-, nació Greenpeace. Mientras tanto, en España, el 1 de octubre del 71 más de cien mil personas se manifestaban en la madrileña Plaza de Oriente bajo el lema Porque sí, en defensa de un dictador que acababa de ratificar cinco penas de muerte. Mientras Hunter barruntaba que el deterioro ecológico obligaría a revisar criterios y políticas industriales, en España se estrenaba Vente a Alemania Pepe -con José Sacristán y Alfredo Landa-; la guerra de Vietnam se extendía a media Indochina, y Robert Mulligan hurgaba en las vanalidades de la juventud estadounidense con Verano del 42, película que en España se estrenó con notable retraso porque los censores consideraron que era moralmente dañina. Hunter, que jamás incurrió en el pecado del mesianismo, ha sido un comunicador excepcional. Su voz y su pluma -ejerció de periodista- hicieron sencillo lo complejo. Por capacidad y actitud, ha sido un maestro de la divulgación científica, amén de un precursor de la conciencia medioambientalista que hoy condiciona las decisiones personales de cientos de miles de europeos, norteamericanos y japoneses, justo quienes habitan en los países cuyo proverbial progreso ha sido posible -en parte- gracias a la destrucción de vastas zonas de la Tierra. En 1971, mientras Hunter y otros once locos plantaban cara al lobby financiero estadounidense, el Día das Letras Galegas honraba la memoria del muxián Gonzalo López Abente, la clase media madrileña estrenaba el primer local español de Forster's, Neruda -poeta menor según los maestros nacionales- recibía el Premio Nobel, Karina quedaba segunda en el Festival de Eurovisión y el juguete más popular era el Cinexin. Para el 99% de los españoles de la época los ensayos nucleares en Alaska y Hunter eran fenómenos cuasi extraterrestres. Pero en Norteamérica y en Centroeuropa ya se estaban pergeñando escenarios del siglo XXI... ¡Qué lejos quedaba todo y cuánta ignorancia fomentada! Un cáncer ha acabado con Hunter. Mas hoy los locos del 71 son millones y Greenpeace ya está muy cerca; aquí mismo, al lado de casa.