Cancionero

OPINIÓN

10 dic 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

LOS ESPAÑOLES hemos cantado mucho, para espantar los males, para celebrar algún acontecimiento familiar, para culminar una comida o una cena, para manifestar las alegrías y básicamente por que sí. Cincuenta años de canciones conforman el cancionero de nuestras vidas. Este artículo se podría escribir con los títulos de las canciones esenciales que apuntalan nuestros recuerdos y aun así quedarían muchas de ellas fuera. Quizás el programa de TVE Nuestra mejor canción fue escasamente ambicioso a la hora de seleccionar los diez temas como los mejores de las últimas cinco décadas. La copla, que fue el género español por excelencia en los años cincuenta y sesenta, resultó excluida de las canciones finalistas. Quintero, León y Quiroga eran con seguridad los mejores letristas populares que dio el idioma español, hago notar que canciones emblemáticas como Bésame mucho , o Granada , que constituyen el repertorio de nuestra embajada musical, tampoco están en la lista, ni ninguna de las rancheras o habaneras que durante tanto tiempo han conformado la columna vertebral de nuestra banda sonora. Canciones de ida y vuelta como las cumbias, el chachachá, las bachatas, los tangos, son ausencias demasiado elocuentes que no figuran en la lista. Han pesado demasiado otros conceptos, tal vez los especialistas musicales encargados de realizar la selección han confundido caspa con tradición y prefirieron a Víctor Manuel y Ana Belén antes que a Carlos Gardel o a la Piquer. Deben de ser los signos de los tiempos que aconsejan no arriesgar demasiado. Cuando te das un garbeo por ahí fuera sabes que canciones como La paloma , son una referencia de españolidad. El flamenco, que es un género autóctono, no está representado. Hace pocas semanas asistí a una cena privada con Alfredo Bryce Echenique; a los postres nos deleitó con preciosas canciones de su Perú natal que devolvían al idioma el sentido primigenio de las palabras. Resultó inolvidable aquella velada que clausuramos cantando y proclamando la madrugada, como memorable fue hace ya tiempo otra cena en que los boleros en la voz de Carmiña Martín Gaite perfumaron la noche. Esas canciones ya forman parte del cancionero de mi vida y ninguna de ellas figura en el ranking del programa televisivo, como tampoco accedió a la final Pequeñas cosas , un tema de Juan Manuel Serrat, que para mí, en coincidencia con García Márquez, es, si no la mejor, una de las mejores canciones, música y letra, escritas en español. Las canciones van ayudándonos a construir nuestra vida con momentos que tienen melodías para cantar los recuerdos, canciones que susurramos al oído, canciones bailadas casi sin movernos, canciones que fueron himnos, canciones olvidadas que un día rescata la memoria, canciones que fueron un verano o una copa de vino, canciones que siempre tenían un nombre de mujer, canciones que fueron de ella y eran un regalo que traía un te quiero en el estribillo y que aún perdura para perpetuar el cancionero esencial de nuestra vida. De aquella nuestra vida escrita en las estrofas de un bolero o en una canción recitada, pongo por caso, por Matt Monro (¿se escribe así?). Éramos tan jóvenes aquel verano.