De las subastas

| JUAN JOSÉ R. CALAZA |

OPINIÓN

08 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

CON LA PROLIFERACIÓN de las subastas en Internet, tipo eBay , quien más y quien menos resiente el cosquilleo de comprar sin salir de casa, un destartalado Rolls , un cuadro del XIX, un sable de mameluco o incluso las piezas del Concorde. Pero, mejor que contarles los intríngulis de las subastas on-line prefiero relatar hoy algunas anécdotas relativas a las clásicas de martillazo, porque las hay muy jugosas sin necesidad de recordar el encarcelamiento y multa gigantesca que sufrió el presidente de Christie's hace unos años, aunque diré de pasada que el precitado caso de eBay, denominado segundo precio, fue ideado por el fallecido Nobel de Economía William Vickrey inspirándose en las subastas de sellos en el siglo XIX. En 1998, un matrimonio de profesores alsacianos retirados envió un cuadro a Drouot para ayudar a su hijo que estaba en paro. Se trataba de una obra anónima del siglo XV que el experto bautizó como La flagelación de Cristo y valoró, actualizando la moneda, en ochenta mil euros. Dos días antes de la subasta se percataron de que el cuadro era del mismo autor que el retablo El calvario de Jesús , expuesto en el museo de Karlsruhe. El precio de salida subió de inmediato a cuatrocientos mil euros pero se adjudicó en cinco millones. Me alegré por el parado. En 1995, la reputada galería Tajan, de París, adjudicó al museo de La Haya La Cena de Van Meegeren. Lo interesante es que el museo comprador sabía que se trataba de un pastiche de Vermeer. El genio de falsificador de Van Meegeren era de tal nivel -por encima de Elmyr de Hory, inmortalizado por Orson Welles- que no hubo experto capaz de detectar ninguno de los cinco falsos Vermeer que salieron de sus manos, y solamente ante las explicaciones que le exigieron después de la guerra por una obra vendida a Goering (las autoridades holandesas creyeron que Van Meegeren la había robado a una familia judía) tuvo que demostrar que todos los Vermeer que había vendido eran falsos y de su propia autoría para no ser acusado de expolio y colaboración con los nazis. Y ahí tienen al museo de La Haya exhibiendo conscientemente un magistral cuadro falso que plagia, pero no copia, en todo punto a Vermeer. El colmo de la estafa en subastas de calidad corresponde a las que se llevaron a cabo repetidamente dando a conocer la «escuela neoimpresionista rusa». Los occidentales creían que la URSS no dejaba salir a esos artistas ignotos al tiempo que prohibía sus exposiciones por inspirarse en el arte degenerado capitalista. En realidad, los cuadros se pintaban en los alrededores de París, tal escuela no existía en Rusia, y Drouot se encargaba de subastarlos, supongo que inocentemente, y desde París muchos llegaban a Sotheby's y Christie's. En fin, que en casa de herrero cuchillo de palo lo confirma la siguiente anécdota que escuché a la princesa Beauvau-Craon, presidenta de honor de Sotheby's France. En las dependencias profesionales de esa alta referencia mundial había un vaso de aspecto antiguo y rústico que todo quisque utilizaba para guardar o coger un lápiz o un bolígrafo. Hasta que un experto en arte prehelénico le notó algo familiar y al estudiarlo con mayor detenimiento constató que era una pieza micénica única. Nadie supo jamás cómo había llegado allí ni quién era su propietario. En subasta alcanzó quinientos mil euros. Ya ven qué cosas tienen las subastas, además recomiendo al lector que se vaya familiarizando con el asunto porque si el Islam sigue progresando a uña de caballo dentro de poco podremos comprar en e-Bay una joven esposa. O dos.