Juan Kerry y Jorge Bush

| ROBERTO L. BLANCO VALDÉS |

OPINIÓN

02 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

NUNCA UNAS presidenciales norteamericanas habían levantado tanta pasión fuera de la Unión. Si es ya sabido el dicho de que lo que se juega en ellas resulta de tanta trascendencia que también los no norteamericanos deberíamos ser llamados a las urnas, tal dicho adquiere ahora su verdadera dimensión: el que gane Kerry o Bush influirá no sólo en el destino del país que ayer decidió entre uno y otro sino también en el del mundo. Tal cosa no es, por supuesto, novedosa: sucede así desde hace, por lo menos, medio siglo. Pero hay algo -la guerra de Irak- que convierte a estas elecciones en diferentes a todas las demás: no tanto en Estados Unidos, donde están acostumbrados a votar con sus soldados luchando en diversas partes del planeta (en Francia, en Corea o en Vietnam), como en el resto del mundo occidental, donde ni siquiera la guerra de Vietnam fue capaz de levantar la ola de indignación que ha levantado la de Irak. Y es que entre una buena parte de la opinión pública occidental (también entre la española) algunos medios han acabado por asentar la expectativa de que si fuera Kerry quien se alzase con la victoria electoral, la evolución del conflicto en Irak podría experimentar un giro radical. No es, por eso, de extrañar que en España tengan las elecciones un interés sobreañadido: si ganó Bush, el PP se sentiría refrendado; y si lo hizo Kerry el PSOE entendería respaldada su política. Aunque, claro, las cosas son en realidad más complicadas. El otro día volví a ver en la tele la película Oficial y Caballero (que parece estar hecha a finales del siglo XIX y no del siglo XX) y no pude evitar una asociación de ideas inmediata cuando el sargento instructor de Richard Gere gritaba a los reclutas que acababan de entrar bajo su mando: «Os conozco. Sois de esos que sólo os dedicáis a escuchar a Mike Jagger y a hablar mal de vuestro país». También por estos pagos se ha extendido la caricatura de que los votantes de John Kerry -e incluso el propio Kerry- son una especie de forofos de lo que representa, por ejemplo, el cineasta Michael Moore. Pero no hay tal: ni Kerry es un izquierdista, ni la mayoría de sus votantes tienen por el tal Moore más simpatía que la que pueden tener por un telepredicador de la nueva derecha americana. No hay por tanto que esperar un giro radical en la política en Irak si ganan los demócratas, salvo para intentar una mayor implicación en el conflicto de los aliados europeos. Con lo que la traducción española del resultado americano podría acabar siendo la contraria a la proyectada por el PSOE y el PP. Pues si Kerry consiguiera, de un modo u otro, el apoyo de franceses o alemanes, ¿en qué posición quedaría Zapatero?