Vilalba del Oeste

| RAMÓN CHAO |

OPINIÓN

17 jun 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

DÍAS ATRÁS hube de emprender una gira bastante agotadora por Galicia; entre día y día me armé de valor y fui a descansar a mi pueblo, que es Vilalba. Lo del valor lo digo porque se necesitan bemoles para presentarse a pecho descubierto, aunque con nocturnidad, en un lugar del que hace años fui proscrito, mi madre recibía cartas anónimas y algún aspirante a Torquemada, cuyo nombre no quiero averiguar, compró todos los ejemplares que allí llegaron de mi novela El lago de Como para celebrar con ellos un auto de fe. Pero quería comprobar por mis ojos si todo lo que había oído de mi pueblo era cierto, si no había algún espíritu maligno que se empeñara en desprestigiar a una villa que, para bien y para mal, tantas celebridades dio. Y, sobre todo, ver en qué ha quedado el lugar donde se asentara el hotel Chao, lugar de mi nacimiento y niñez. Tengo escrito que Vilalba, la nueva, brotó de forma desordenada a lo largo de la carretera que lleva de Asturias a Lugo, como los villorrios del Far West nacen a modo de etapas que jalonan las interminables pistas a través del desierto, con sus saloons, stores , sherifs y prisiones. Es exactamente lo que surgió en este lugar alto, Vilouta - Villalta en realidad y no Villa blanca, que no es allí todo de ese color. Había en la carretera, que así se sigue llamando la calle, el hotel Chao, el notario, el casino, el store de Eimil, el ayuntamiento y la cárcel. Al llegar sobresale ese himno a la vanidad que es la estatua del sherif local. Había leído yo que años atrás algunos descontentos con este atentado al mal gusto lo robaron y tiraron entre unas silveiras. Una acción deplorable, un despilfarro. ¿No hubiera sido mejor fundirla y recuperar el bronce? Y ahí sigue, siempre joven, recordando con crueldad, por amor excesivo de sus paisanos, y por la eternidad, aquellos años mozos del modelo, que él trata de hacer olvidar. Me paseo bajo la luna por lo que ahora llaman la puerta Decima. En mi tiempo era la puerta de Encima. Los nuevos dirigentes no saben que en épocas pretéritas había dos puertas en las murallas del pueblo, la de Encima y la de Abaixo, que más tarde le pusieron Real. Y al lado, entro en la calle Plácido Peña Novo. Creí que se habían equivocado. ¿No será Lois Peña Novo? A este lo acabo de descubrir hace meses. Lo conocí de niño, siempre en las procesiones, o incluso en misa: estaba fingiendo. En realidad vivía en un exilio interior, con la obligación de presentarse a la Guardia Civil cada semana. Lois Peña Novo era un gran intelectual, uno de los redactores del Estatuto de Galicia, ex gobernador de Extremadura cuando la República y condenado a muerte por los amigos del señor de la estatua. Y sí, hace poco le dieron una calle, perdida en los arrabales, pero no a la señora Concha, comadrona que nos ayudó a ver la luz de la vida a los vilalbeses de al menos dos generaciones. En cambio, en el centro, descubro la calle de los Pepes , fruto de francachelas que celebraban los Josés (como si llevar el nombre del Padre Putativo fuera un mérito), y de la mente arboricida de Pepe Apenela, hombre de funesta memoria por haber inducido a abatir los castaños centenarios del campo de la Feria. Fui también a ver si era cierto lo que leí sobre esa obra de un edificio que se está elevando cerca de la Guadalupe. Ya sobrepasa la altura legal, los vecinos denunciaron, el juez les dio razón y mandó parar. El constructor recurrió y el Tribunal de recursos volvió a fallar lo mismo. Ni caso. Se añaden pisos a otros pisos: Vilalba seguirá siendo un pueblo sin ley mientras esté presidida por la estatua del sherif .