LOS ATENTADOS de Atocha han generado numerosos análisis sobre sus causas y consecuencias, análisis lícitos y propios de la libertad de cada ciudadano. También entre dato contrastado o análisis se han entremezclado intuiciones, tan solo aceptables como hipótesis, necesitadas de validación, antes de la existencia de datos. Quien acudió a una intuición para, en jornada de reflexión electoral, enfatizar la hipótesis de la autoría de ETA en la matanza del once de marzo, no partía ya de una percepción clara, íntima, de una idea o una verdad, tal como si la tuviera a la vista. Tampoco ejercía su facultad de comprender las cosas instantaneamente, sin razonamiento, tal y como define la Real Academia de la Lengua dos de las posibles acepciones de la palabra intuición . Tan solo insistía en su hipótesis, a la que ya los datos conocidos restaban consistencia. Que los dirigentes del Partido Popular hayan vivido el resultado electoral como algo injusto y sorprendente, no debiera hacerles olvidar que entonces eran gobierno, también elegido en democracia, y como tal responsable de toda la estructura del estado: desde las fuerzas de seguridad hasta los medios públicos de comunicación. Por eso preocupa que, pasado más de un mes de aquellos hechos dramáticos e infames, su ex portavoz afirme que el Gobierno del Partido Popular tuvo la sensación, en los días posteriores a los atentados, que alguien jugaba con él. Y desde esa intuición, sensación o impresión sin prueba alguna, se nos arrastre a una sorprendente formulación: «No digo que hubiera una mano negra pero sí circunstancias muy raras». Acostumbrados estamos en la práctica parlamentaria de nuestro país a los poco clarificadores resultados de las comisiones de investigación. Donde rara vez se practicó el análisis sereno y demorado de lo sucedido, y donde más rara vez se establecieron conclusiones clarificadoras de los hechos investigados. CiU y Coalición Canaria, cuando se abstienen de solicitar una comisión de investigación, actúan como reflejo de esa experiencia, y recordando la abroncada vida política de principios de los años 90. Quizá ahora, desde la pluralidad, el Parlamento pueda contribuir a establecer dónde han estado las imprevisiones o quizá los errores frente al terrorismo. Se necesita, al menos, excluir el falso testimonio, la sensación o la impresión sin pruebas, e incluso la intuición. ¿Ingenuidad?