Boris

La Voz

OPINIÓN

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

22 feb 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

DE ÉL ODIO sobre todo el volumen con el que habla. Boris Izaguirre vende muchas veces vacío, ruido, pero quién no tiene en ocasiones un conjunto vacío en su corazón. Desde luego es lo poco que me interesa de esos monstruos acuáticos por bautizar (feliz expresión de Truman Capote) de Crónicas. La periodista Pilar Comesaña entrevista largo y tendido en el diván al divo en esa histórica revista, Compostelán, un gratuito que debería de venderse a precio de perfume de Givenchy (ahora mensual y a color). Pilar, mujer de tinta, saca lo mejor y lo peor del personaje al hilo de su último libro, Fetiche. Boris cuenta, frágil, los ataques de pánico antes de pisar Marte por las noches. Confiesa, sentimental, que «Ruben (su novio gallego) y yo somos los más estable del mundo». Habla, aterrorizado, del insomnio, del miedo a no dormir, «me ha quitado el sueño pensar que no voy a dormir». Un fetiche, la Callas, «cuando mayor ya sólo veía western en TV»; un fantoche, «Chaves». Me gusta Boris, ocurrente, «cuando llegué a Compostela, mi primera etapa en España, me dije ¿no hay plaza de toros en un lugar tan anciano?». Me gusta Boris, agradecido, «soy la cara feliz de la inmigración». cesar.casal@lavoz.es