CARLOS G. REIGOSA
19 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.El gallego José Lugo Padrón, emigrado a Cuba, nunca acabó de entender que el nombre artístico del cantante no incluyese su apellido: «Si es mi hijo legítimo, por qué va a ser Machín, si es Lugo». Pero a Antonio, el muchachito que había soñado con ser barítono y que se convirtió en la mejor voz de la música camp y del bolero, le pareció más comercial el apellido de su madre, la negra cubana Leoncia Machín, con la que el gallego, que ya se decía guajiro, tuvo sus dieciséis hijos. ¡Lástima! A mí también me hubiera gustado oír que aquellas canciones que anegaban las radios las cantaba un tal Antonio Lugo, mitad gallego, mitad cubano. Cosas de ser de Lugo, supongo. Joaquín Sabina, con la lúcida sinceridad que lo caracteriza, ha rememorado un momento de nuestras vidas: cuando todos decíamos preferir el rock y, después de cuatro o cinco copas, acabábamos cantando sus éxitos. Dos gardenias. Angelitos negros. Bésame mucho . Machín había echado raíces en nuestros corazones y ya se sabe que el corazón tiene razones que la razón no entiende. El sábado hizo cien años que nació, pero sus boleros siguen teniendo la bendita edad del amor, señor Lugo. redac@lavoz.es