Moisés Arzalluz

OPINIÓN

18 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

JOSU JON IMAZ fue elegido presidente del Partido Nacionalista Vasco el pasado sábado con el 60% de los votos de la Asamblea Nacional del PNV. Ese mismo día terminaba el largo y férreo mandato de Xabier Arzalluz al frente de esta formación nacionalista vasca. Y, como no podía ser menos, dejó un comprometedor legado en la ponencia política que él mismo defendió y que fue aprobada por aclamación; una ponencia que afianza y refuerza el rumbo soberanista del PNV y convierte el plan Ibarretxe en el eje político de los próximos cuatro años. «Ésta es nuestra ley política», dijo el líder saliente. Y añadió: «Si tenemos fe en ella, la vamos a poder llevar adelante». Arzalluz dejaba ver así una concepción bíblica de sí mismo y de su propio liderazgo político. Con los mandamientos en la mano y quizá seguro de que nunca pisará la soberanía prometida, se dirigía cual Moisés a su pueblo y, muy especialmente a su sucesor, para recordarles que pueden cambiar los tiempos y los modos, pero «nuestra acción no va a variar». El hecho de que haya tenido que decirlo así de claro, como si se tratase de una advertencia para seguidores tentados por alguna disidencia, delata justamente su propia desconfianza en el futuro que va a administrar el joven Imaz. Todo el mundo sabía, porque Arzalluz así se encargaba de hacerlo saber, que su hombre de confianza y su heredero deseado era el rocoso Joseba Egibar, con quien redactó la ponencia política que ahora encorsetará de algún modo la acción política del nuevo presidente del PNV, sobre todo en el ámbito de los pactos con otras fuerzas políticas. Arzalluz ha querido dejarlo todo atado y bien atado. Lo cual sorprende porque él, como casi todos los españoles, hemos tenido pruebas admirables de que esas ataduras suelen tener su mejor virtud en la facilidad con que se deshacen. Xabier Arzalluz, el hombre de los grandes titulares, a veces estrambóticos, se va. Como se va Aznar y como se va (esta vez tan sólo de diputado) Felipe González. Josu Jon Imaz, el sucesor del líder vasco, tiene la palabra, y esta palabra ya no será la misma de antaño ni sonará igual. Su prudencia así lo denota. Empieza una nueva etapa.