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09 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

MÉXICO conmemora este año el 125 aniversario del nacimiento de Emiliano Zapata, el guerrillero que combatió la tiranía, la ignorancia y el oscurantismo y que cayó víctima, en 1919, de la traición egoísta de los pragmáticos del bandullo lleno. El engaño de los felones pudo con su vida, pero no con su recuerdo. Convertido en un mito, este orgulloso hijo del pobre Estado de Morelos nunca desistió de desafiar a sus enemigos ni dejó de clamar por una justicia posible en un México diverso (no disperso). El director de cine Elia Kazán llevó su vida a la pantalla en 1952, en un intento de reivindicar y recuperar su causa y su condición humana. Un buen guión de John Steinbeck y la figura de Marlon Brando pusieron el resto. La película no fue un éxito inmediato, pero con el tiempo se ha situado entre las más vistas y mejor recordadas. A finales del siglo XX, el inesperado subcomandante Marcos y su harapiento Ejército Zapatista de Liberación Nacional se alzaron en armas en Chiapas. Era el intento ni se sabe cuál de resucitar al guerrillero del valor y la dignidad. Pero ni Marcos es Zapata, ni Zapata era Dios. El gran Emiliano pervive como lo que es: un icono de la rebeldía contra la injusticia y de la lucha por la libertad. Nada menos. Y nada más.