Tíldes que se olvidan

| FRANCISCO RÍOS |

OPINIÓN

29 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

hablar.bien@lavoz.es SEGÚN la norma académica, las palabras extranjeras incorporadas al español o adaptadas a su pronunciación y a su escritura deben someterse a las reglas de acentuación de este idioma. Ello afecta a nombres comunes ( carné, que en francés es carnet; quórum, del latín quorum ) y a propios ( Huseín, que sin tilde llevaría el acento tónico en la primera sílaba). Un importante grupo de estos nombres lo constituyen los topónimos. Hay nombres de lugar en idiomas extranjeros de alfabeto latino cuya única diferencia con la forma española es una tilde. Dos de los más próximos son París y Berlín, a los que el español ha añadido un acento gráfico del que carecen en francés y en alemán, respectivamente. En otros casos, el cambio en la grafía va algo más allá: desaparece alguna letra, se sustituye por otra o se añade alguna más. Este tipo de adaptaciones conllevan la acentuación según la norma española, lo que en algunos casos pasa inadvertido para muchos hispanohablantes. Dos ejemplos notorios de estos olvidos son Hawaii y Sydney , que en español se convierten en Hawái y Síd­ney , aunque raramente se ven con las tildes que les corresponden como voz aguda que es la primera y llana la segunda. Sobre este último caso dice la Ortografía de la Academia que «las palabras llanas terminadas en y [precedida de vocal] deben llevar tilde» ( yóquey, póney y el americanismo yérsey ). Finalmente, deben seguir las reglas de acentuación del español las transcripciones de topónimos procedentes de lenguas de alfabeto no latino: Shanghái, Taiwán, Taipéi, Dniéster..., aunque la mimetización de la formas inglesas tiende a arrebatar injustificadamente y con demasiada frecuencia esos acentos gráficos.