El miedo sustituye a la esperanza

ALFONSO DE LA VEGA

OPINIÓN

10 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

AUNQUE para los españoles hay otro 11-S de cierta importancia histórica como la Diada catalana, para la mayoría de los ciudadanos el día estaba ligado a la peripecia del régimen de Allende hasta que se produjo hace dos años el salvaje atentado contra la población civil americana en que murieron tantos inocentes. Para el ciudadano preocupado por lo que pasa en este planeta la aventura de Allende hablaba de los límites de la democracia y del uso de la violencia. Era un caso en que la realidad imitaba al arte, puesto que el mal compañero Pinochet asesinaba a su maestro de logia y protector, Salvador Allende, poniendo fin salvajemente a la aventura muy criticable del presidente, pero que se había llevado a cabo con cierto respeto a la legalidad constitucional. En todo caso, el desbordamiento por la izquierda del régimen republicano chileno como había ocurrido antes en el español de 1936 y la feroz reacción militar siguiente dio al traste violentamente con dicho régimen y con un cierto proyecto de cambio del papel que en orden internacional ocupaba un país de segundo orden, indicando que esto de la soberanía es según y cómo. El caso del reciente 11-S cada vez parece menos claro y puede que no sea tan distinto. Existe la evidencia de que los daños del Pentágono no fueron ocasionados por el avión secuestrado que probablemente fue derribado sobre el Potomac antes de llegar a su destino. Las trayectorias del avión presidencial de un lado a otro tampoco han sido aclaradas del todo. Evidentemente las Torres Gemelas fueron salvajemente destruidas, pero caben crecientes dudas sobre si se podría haber evitado este desastre. Parece que la falta de inteligencia, de comprensión acerca de las causas profundas del fanatismo y la violencia se pretenden compensar a bombazos, lo que si desde luego viene muy bien a los fabricantes de bombas, deja en ridículo al poder político democrático americano, que aparece convertido en una especie de apéndice del poder industrial militar, y es una muy mala noticia para una humanidad que cada vez parece más lejana de la extensión del viejo ideal ilustrado de educación para la paz y la tolerancia, el uso de la razón contra el fanatismo, y la voluntad de ser mejores. Sin progreso moral los pueblos están condenados a una suerte tecnificada de barbarie. El mundo ha envejecido mucho en estos dos últimos años porque el miedo y la mentira han sustituido a la generosidad, la solidaridad y la esperanza.