De laureles y cebollas

| EDUARDO CHAMORRO |

OPINIÓN

13 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

DE LA TELEVISIÓN sabemos su vértigo pero ignoramos su abismo. Isabel García Marcos, concejala socialista marbellí puesta al borde del vacío o del lleno total, decidió que una entrevista abierta a los hogares de los cuatro vientos que otorga la televisión, podía ser el mejor medio de conseguir un servicio extraordinario para su causa. Ese es el vértigo de la televisión. Plantada ante la cámara y en plenitud de pantalla, Isabel García Ramos aseguró -y es una dama que merece mucho crédito- haber rechazado una oferta de ochocientos millones de pesetas por callarse o mirar para otro lado o hacer cosa distinta a la que está haciendo. Quería decir con eso que ella no acepta sobornos, que es insobornable, que no acepta enjuagues ni está dispuesta a planteamientos vidriosos ni a cualquier cosa por cualquier cosa. Estaba claro que quería poner el dedo en la llaga y, sin embargo, estaba metida de cuerpo entero en las fauces de la fiera. Su interlocutor era Coto Matamoros, campeón de la coprolalia pornográfica en el estercolero de Javier Sardá, y hombre cordial, sin duda, entre sus seres queridos, e ingenioso en la distancia corta, buen actor, probablemente, pero que da mucho miedo. Decir lo que se diga, pretender lo que se pretenda ante semejante estrella de la fama es como si alguien nos jurara por su santa madre que estaría dispuesto a negociar con Sito Miñanco sin ánimo de lucro o que la veneración por la imagen de Norma Duval no pasa por la lascivia. Tal es el abismo de la televisión por la que Quico Matamoros se mueve con soltura, un escenario donde el espectáculo no es que el trapecista culmine con éxito su triple salto mortal sin red, sino que la fuerza masiva de la gravedad rompa el equilibrio dinámico del acróbata y le lleve a estamparse la crisma contra el santo suelo. Es el viejo «pasen y vean» de las antiguas ferias que lucían en sus carromatos al hombre mosca, a la mujer araña, al niño con dos cabezas y a la niña con la boca llena de sierpes. Es el viejo alarido de atención en el recinto donde el oso y el toro, el jabalí y el perro se mataban a dentelladas al igual que lo hacen hoy ante las cámaras, con una mejor lograda apariencia humana. No importa la sangre derramada ni los nombres descuartizados ni las decencias abiertas en cabal. La televisión a la que me refiero -la que da dinero a espuertas, porque si no de qué- no llora a sus cadáveres. Los convierte en zombies. No cabe duda de que Isabel García Marcos buscaba unos laureles para ella y para su causa o para su causa y para ella. Tiene todo el derecho a buscar lo que le apetezca, y a buscarlo por los motivos que quiera y con el orden de prioridades que mejor le cuadre. También goza del derecho -sumamente respetable- a equivocarse. Pero si hubiera leído al poeta César Vallejo, habría recordado la dramática distinción entre laurel y cebolla señalada en uno de sus versos: «Quiero laurearme pero me encebollo». O conselleiro de Medio Ambiente, Xosé Manuel Barreiro, vén de declarar acertadamente que toda a sociedade se debe involucrar na loita contra os lumes forestais. Sen embargo, o seu goberno non ten amosado ata hoxe a menor intención de procurar un amplo consenso social sobre a política de loita contra os incendios, o que sen dúbida aumentaría a implicación social na difícil defensa dos montes galegos fronte aos lumes. A Xunta debe lembrarse da sociedade non só para que condene e denuncie aos criminais que prenden lume nos montes. Debe dialogar con toda a sociedade, sen partidismos, e considerar seriamente as propostas constructivas e fundamentadas de organizacións sociais e de científicos para mellorar substancialmente os planos forestal e de loita contra os lumes. É unha mágoa que a Consellería de Medio Ambiente, contrariando mesmo unha recomendación do Valedor do Pobo feita a raíz dunha queixa conxunta das organizacións ambientalistas Adega, FEG e SGHN e dos sindicatos CC.?OO., CIG e UGT, se negue a debater as propostas de planos anuais Infoga de loita contra os lumes no seo do Consello Galego de Medio Ambiente, o principal órgano autonómico para a participación social en asuntos ambientais. Xosé Veiras García. Santiago. Cuanto más vamos viviendo, menos vamos comprendiendo como comienzan algunos a vivir con el entorno que debemos compartir. Se ha repetido la historia que nos queda en la memoria de los años anteriores. Pues al llegar el verano, calientan los inhumanos sus ansias destructivas contra animales y plantas. De mayores, abandonan a sus perros a una muerte con tortura; no les importa el sufrimiento de sus fieles compañeros y el que fue juguete de sus hijos. Cuando son adolescentes matan plantas y arbolitos en sus noches de litronas. Hace un año denuncié que, después de un festival en Castrelos, unos chavales fueron rompiendo los árboles recién plantados a lo largo del paseo por el margen izquierdo del río Lagares. No sé si han sido los mismos u otros necios por el estilo que este año hicieron lo mismo con los plantados de nuevo. Una triste paradoja: no tronzaron ni un solo árbol seco -que hay bastantes, pues nadie los riega en verano-; sólo tronzaron los vivos. Néstor Costas . Vigo. Algo se mueve, por fin, con sentido común en Europa. El exceso de velocidad es un delito en muchos países europeos y se castiga a veces con penas de cárcel, y no digamos en Estados Unidos, donde se castiga con todo el peso de la Ley. En Francia se considera un delito de «puesta en peligro de los demás». Si se castiga en Italia con retirada del permiso de conducir, aquí por desgracia esta conducta se considera sólo como «temeraria»; aparte de la multa, el conductor sancionado podría optar por la reeducación. Claro que la falta de policías en la carretera hace que muy pocos de estos conductores sean sancionados con medidas que deberían ser mucho más duras, porque al que tiene un coche potente no le duele pagar la multa. Desde nuestra asociación de afectados, Stop Accidentes, le aconsejamos al hijo de nuestro presidente del Gobierno que vaya a trabajar durante un mes al hospital de parapléjicos de Toledo, donde más de 500 personas al año quedan para siempre impedidas de por vida por culpa de muchos conductores irresponsables. Las normas son para todos y en la carretera queremos compartir la vida, porque el exceso de velocidad también mata. Jeanne Picard Mahaut. Perillo (Oleiros).