Licencias literarias

OPINIÓN

12 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

HE ACONSEJADO en varias ocasiones la lectura de la novela El sastre de Panamá de John Le Carré para entender el guirigay de versiones de los distintos servicios secretos en la etapa inmediatamente anterior a la guerra de Irak. Le Carré fue espía antes que escritor y sabe de lo que habla. Y sabe, entre otras cosas, que el buen agente no es el que da la información más fiable sino el que proporciona la más deseada, la más útil, la que más conviene a los propósitos de su Gobierno. Es algo que ha ocurrido a todas luces en el caso iraquí, como están revelando estos días los grandes rotativos estadounidenses. The Washington Post titulaba a página entera el pasado domingo que «la descripción de la amenaza desbordó las pruebas disponibles», y denunciaba las «licencias literarias» (así las bautizó un alto espía estadounidense) que se han permitido Bush y su equipo para arrastrar a sus ciudadanos y a los ciudadanos del resto del mundo a invadir Irak. ¿De qué imágenes estamos hablando? Todos las recordamos: hongos nucleares sobre grandes ciudades, otro 11-S con armas de destrucción masiva, un grupo de siniestros científicos fanáticos («muyahidines nucleares») trabajando sin descanso en bunkers iraquíes para desarrollar un ataque capaz de colapsar Occidente, etc. ¿Por qué ocurría todo esto? ¿Por qué se hacía uso de esa retórica grandilocuente y amedrentadora? Según The Washington Post, porque el equipo de pensamiento de la Casa Blanca consideraba urgente «educar al público», y para ello era preciso lanzar argumentos inequívocos y contundentes. Y a los servicios secretos les correspondía la provisión de los datos necesarios para poner en pie esas «licencias literarias» y poder aventarlas urbi et orbi con alguna credibilidad. Como así ocurrió. Porque, como sostiene Le Carré en su novela, nunca falta un espía ambicioso dispuesto a apuntalar la conspiración que desean sus superiores mediante la simple manipulación de algunos datos de la realidad. Así, un pobre sastre de Panamá puede ser una fuente suficiente para justificar la invasión de este país. O de Irak. Y en esto están, justificando las «licencias literarias» con nuevas fábulas. ¡Pobre literatura, para esto quieren que quede!