Sin piedad

ASSUMPTA ROURA

OPINIÓN

06 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Hará cosa de unos tres meses que la presidenta de Cáritas Barcelona, Núria Gispert, convocó una rueda de prensa para darnos una información que ponía los pelos de punta. Como sólo la vi por televisión ignoro si los periodistas allí presentes sintieron el mismo escalofrío que sentí yo sentada en la butaca de casa, si al bolígrafo con el que tomaban notas se le heló la tinta o si simplemente cumplieron con la rutina a la que les obliga su trabajo. La señora Núria Gispert es una mujer sensacional. Grande, bonachona, entregada, generosa, izquierdista y consecuente con sus ideas de justicia. La conocí hace ya unos cuantos años cuando ocupaba no recuerdo qué cargo en el Ayuntamiento de Barcelona y tuvimos más de una ocasión para hablar de muchas cosas. En realidad, los temas de nuestras conversaciones no eran más que ramas de un tronco común: las relaciones personales. A decir verdad poco tenía ella que decir porque por la práctica se le notaba que poco se pierde por las nubes de la teoría. Así es que cuando la vi por televisión con cara de pocos amigos nada más sentarse a la mesa, supe que estaba muy enfadada. Efectivamente no me equivoqué. Tras dar unas cifras escandalosas sobre cómo había aumentado el número de pobres en la ciudad de Barcelona, y no precisamente personas salidas de grupos marginales o de grupos de inmigrantes sino familias hasta hace poco trabajadoras y ahora abocadas a la miseria por el paro, la dificultad de mantener a niños, alquileres altísimos de pisos mugrientos, la presidenta de Cáritas añadió, como aviso para navegantes, que si esta institución y el resto que funcionan en la ciudad, además de las múltiples asociaciones solidarias que surgen en cada barrio se declararan unos días en huelga, la olímpica ciudad de Barcelona no lo podría soportar. El aviso venía a cuento porque en la medida que aumenta la demanda, las ayudas oficiales y de particulares van a la baja. Ayer supe que en mi ciudad se subarriendan pisos vacíos donde hileras de camas se alquilan a los sin papeles a 240 euros por cabeza por dormir seis horas y que hay colas para conseguir uno de estos catres donde dudo que los sueños sean dulces. De lo que no dudo es de la riqueza que genera la pobreza. Y en este caso no hace falta estar organizado en mafias. Basta con no tener escrúpulos.