Yo también quiero ser de los del «fumbol»

| ROBERTO L. BLANCO VALDÉS |

OPINIÓN

21 jun 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

EL DÍA 30 finaliza el plazo para presentar las declaraciones de la renta. ¿Qué sucedería si usted, queridísimo lector, se negase a cumplimentar los papelorios y a pagar, por tanto, a toca teja sus impuestos? No es difícil de prever: que pasado el 30 de junio debería abonar el recargo fijado por la ley, en un porcentaje que iría aumentando con el tiempo. Si, pese a todo, se mostrase usted recalcitrante y se empeñase en no pagar, antes o después sería duramente sancionado (lo que podría incluso acabar llevándole a la cárcel como autor de un delito contra la Hacienda pública) y sus bienes serían embargados para hacer frente a sus obligaciones tributarias. Obligaciones, subrayémoslo, que usted y yo, al igual que muchos millones de españoles, cumplimos cada vez que se nos practica la retención prevista por la ley en nuestras nóminas o se nos obliga a liquidar periódicamente otros tributos. Muchos podríamos cambiar de coche cada año, o hacer de cuando en vez un viaje de película, o ahorrar para mejorar nuestra vivienda, o comer centolla los domingos, si no tuviésemos que pagar los impuestos fijados por ley. Pero son esos impuestos -los que abonamos los españoles (trabajadores y empresarios) honestos y decentes- los que permiten pagar las pensiones de los jubilados y las prestaciones de los desempleados; y los que posibilitan hacer las carreteras y mantener una sanidad pública que es de las mejores que existen en el mundo. Hay, sin embargo, un grupo privilegiado de empresarios que ni liquidan sus impuestos, ni sufren por ello las consecuencias luctuosas que serían de esperar: son los del fútbol. ¡Menudo chollo! No pagan a Hacienda lo que deben, es decir, lo que nos deben a todos los que sí pagamos religiosamente; dejan que su deuda crezca y crezca y se vaya acumulando; y cuando, ya al fin, su deuda tributaria es pavorosa, piden renegociarla con Hacienda para que todos nos hagamos cargo de la misma. ¡La gallina de los huevos de oro!: eso es en España el negocio futbolístico. Un negocio que, además de cornudos, nos hace sentirnos también apaleados: pues esos mismos señoritos que no pagan (1.625 millones de euros deben los clubes españoles, de los que 61 corresponden al Madrid) viven después como verdaderos marajás, con sueldos de fábula y gastos completamente indecorosos y se permiten el lujazo de comprar futbolistas que les cuestan (que nos cuestan) miles de millones. Pruebe usted a hacer como el Madrid: no pague y cuando le llame la inspección diga que necesita el dinero para comprarse un Aston Martin. Pruebe, pruebe, y verá cómo se las gastan (es decir, cómo se las cobran) en Hacienda.