Obsesiones bélicas

| XAQUÍN ÁLVAREZ CORBACHO |

OPINIÓN

24 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

QUERÍA HOY comentar algunos aspectos económicos del proyecto de ley de cohesión y calidad del sistema nacional de salud. Fue imposible. Enfrentado al folio en blanco una mezcla de sentimientos hondos lo impidieron. La guerra llena todos los espacios e irradia sentimientos extraños, angustiosos, obsesivos. ¿Qué importa ahora el proyecto de ley cuando las llamadas bombas inteligentes destrozan niños, ancianos y personas inocentes? ¿Cómo lograr un pensamiento racional por encima de las emociones? No lo sé. Pero resulta difícil no hablar de la guerra, de sus causas y de sus consecuencias. Tres cuestiones se podrían subrayar. Una es comprender mejor los motivos esenciales de la agresión. Porque se menciona el petróleo, la creación de un nuevo orden internacional, la acción preventiva, el terrorismo, la lucha liberadora, las armas de destrucción masiva, la tentación imperial, la defensa de la democracia y hasta la prepotencia chulesca. ¿Cuál de estas razones es la más sólida y convincente? A nuestro juicio, la guerra es ya un factor decisivo del proyecto estratégico de control y orden sobre la zona. Para fundamentar una política exterior que precisa de la exhibición militar. Para beneficiarse del petróleo. Para deteriorar a la Unión Europea. Y no importa que se rompan instituciones, consensos, complicidades y normas internacionales. Pero, ¿cómo evitar así más odio y más terrorismo?, ¿cómo impedir otras guerras futuras? La segunda cuestión hace referencia a las protestas masivas y reiteradas que el pueblo español (sobre todo los jóvenes) protagoniza en la calle contra la guerra. Sin duda alguna estamos ante una dimensión nueva, distinta, de la rebelión popular. Incentivada por Internet, por el mayor nivel educativo de la población, por las formas impropias de la autoridad competente, por un anteamericanismo ganado a pulso, por la inevitable memoria histórica, por los efectos amplificadores de los medios de comunicación, porque se intuyen o conocen mejor las razones de la guerra o porque las agresiones no deseadas tienen siempre costes elevados. El Gobierno está asustado, pero es bueno que los jóvenes irrumpan en política y refresquen el ambiente. Finalmente, estarían los efectos deseados sobre la Unión Europea. ¿Cómo construir ahora una política exterior y de defensa común? La Convención que trabaja en ello lo tiene difícil. Como también crecen los problemas para ampliar la UE a 25 miembros -dice Le Monde- «deberíamos saber primero lo que se está dispuesto a hacer juntos». La reorganización del Oriente Próximo es igualmente asunto complejo y su fracaso agrietará todavía más a la UE. Sólo faltaba que España y Galicia perdieran también los fondos estructurales y de cohesión.