Ahora no podemos parar

| XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS |

OPINIÓN

A TORRE VIXÍA

16 feb 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

LA SOCIEDAD CIVIL salió de nuevo a la calle, tratando de gobernar una crisis que los políticos no entienden. Otra vez hemos tomado las riendas del país para evitar que, en aras de una globalización mal entendida, nos lleven a donde no queremos ir. Otra vez hemos frenado a quienes creen que otorgar una mayoría absoluta es como nombrar un caudillo para cuatro años. Y otra vez hemos recordado que el Parlamento no es la foto fija de una jornada electoral, sino un órgano vivo que sirve para explicitar la posición de los ciudadanos ante los nuevos problemas, o ante las viejas cuestiones que exigen un cambio de criterio. Por eso creo que las manifestaciones del sábado significan algo más que un clamor universal contra la guerra de la Casa Blanca, para convertirse en una reivindicación de la democracia que se nos quiere hurtar en aras de la globalidad. Lo que viene a decirnos Aznar todos los días es que sólo él conoce las claves necesarias para calcular las razones y las ventajas de este conflicto, y que por eso no nos queda más remedio que fiarnos ciegamente de su liderazgo natural -o sea, de su condición de führer- y entregarle la gestión de nuestras vidas y el control de nuestra conciencia. La pauta general es que las cosas de dentro hay que supeditarlas, bajo la inspiración de Mayor Oreja, a la lucha contra los batasunos. Y las cosas de fuera, bajo el patrocinio de George Bush, a la lucha contra Al Qaida. Y por eso tenemos que callarnos como muertos, sustituir la lectura de la Biblia por los vídeos del 11 de septiembre, y renunciar a todos los ámbitos de libertad, humanismo y autonomía moral, a cambio de que unos angelitos como Bush, Rumsfeld, Cheney, Rice, Blair o Sharon protejan nuestros intereses como si fuesen acciones de la Texaco, la Harken, la Chevron o cualquiera de las benéficas petroleras que operan en Estados Unidos. Más allá del horror de la guerra, que es una evidencia, lo que sentíamos los manifestantes del sábado es que alguien nos está robando la democracia y la libertad para hacerle un obsequio a Bush. Y por eso salimos a la calle con un sentimiento parecido al que debió embargar a los héroes del 2 de mayo: que la patria está en peligro, en manos de un entreguismo irresponsable, y que hay que recuperarla para el beneficio común de los españoles, para la vieja Europa, y para esa humanidad solidaria que empieza a descubrir la democracia global. Por eso no podemos parar hasta las elecciones de mayo, cuando podamos demostrar que el que la hace en los palacios del poder la paga en las urnas del pueblo. Porque si nos sale mal esa última manifestación, será como tirar por la borda el capital infinito de las calles.