MEMORIA DE LA LLUVIA

La Voz

OPINIÓN

RAMÓN PERNAS

14 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Este otoño la lluvia viene perezosa, acaso compense la orgía de agua de otros años, del pasado sin ir más lejos, en que se alternaron riadas y vientos desatados, vendavales -el ventus válidus de Cunqueiro- y todos los registros posibles de la lluvia, desde el tímido chubasco a las vísperas del diluvio. Hace pocos días salió a mi encuentro, volvía fugazmente a Galicia y me recibió con esa caricia mansa del orballo que vivifica. Me sentí homenajeado y agradecido. Ya echaba de menos la entrañable sensación de un encuentro. La memoria de la lluvia, los días lejanos de grises permanentes, cuando tamborileaba en mi ventana mientras las calles anegadas eran un río desbordado, las feroces y hostiles lluvias del invierno, las suaves y coquetas lloviznas de primavera, amarillas como la flor de las mimosas, cantarinas y sinfónicas, porque en Galicia todas las lluvias son una sinfonía. De verdes obscenos y perpetuos, toda la gama cromática que cabe en la retina, Galicia es de agua, de océanos y de mares, de los mil ríos y las mil lluvias, porque un pueblo es un paisaje. Y es en ese paisaje donde yo ubico los recuerdos y los días de humedades reiteradas y fríos atlánticos que se instalaban por largas temporadas en nuestros doloridos huesos. En ocasiones yo tengo mono de la lluvia, nostalgia del chaparrón que te sorprende, melancolía del agua repicando, con monotonías repetidas, la misma, eterna canción del agua. A veces me parece escuchar a Bartok cuando llueve y el viento es racheado, Penderecki es la tronada y el granizo, De Bussy el chubasco juguetón que te deja empapado, Messiaen los inviernos pasados por agua, cuando la lluvia se pone pesada y se queda a vivir una temporada en tu país, y las lluvias que trae la primavera, que la prologan y proclaman son Veiga y su alborada, nuestra música, nuestro paisaje, nuestra lluvia en una sola nota. Mucho me hubiera gustado contar cómo llueve en mi tierra, que las gotas de papel correspondieran a una letra, una palabra, una frase. Llenar de lluvia todas las líneas de esta párvula colaboración, para que luego viajaran en coplas de ciego, en versos de trovadores antiguos, en historias que cuentan los viajeros cuando llegan a las posadas y el fuego del hogar invita a la confidencia. Mientras tanto dejo volar un pensamiento y escucho llover, y llueve torpemente, y hasta mí vuelve el paisaje, y rebusco en el desván de las palabras un sonido que guardo desde siempre en la caja del pecho donde está el corazón.