EL AMIGO AMERICANO

La Voz

OPINIÓN

XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS A TORRE VIXÍA

28 nov 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

España y Estados Unidos son países amigos desde 1953, cuando el general Franco firmó el Tratado de Amistad y Cooperación y prometió su apoyo incondicional a la lucha contra el comunismo y a la defensa de la democracia americana. A cambio de nuestra buena disposición, los españoles tuvimos el alto honor de acoger algunas bases militares y a su correspondiente dotación de marines, que muy pronto libraron una incruenta pero eficaz batalla contra las rigideces morales del nacionalcatolicismo. Desde entonces, al menos que yo sepa, no hemos vuelto a enfadarnos, y siempre hicimos nuestros deberes con razonable dignidad. Para rubricar aquel glorioso evento -que a los españoles nos costó la consolidación de la dictadura y una propina de veintidós anos de paz sobre los catorce que ya habíamos disfrutado-, el propio Dwight Eisenhower, héroe de la lucha contra el fascismo, se vino a Madrid en 1959, para darle un abrazo al dictador y pasearse con él en un haiga descubierto, mientras una enfervorizada multitud les agradecía el abandono de aquella rigidez democrática que había servido para justificar el aislamiento internacional de España y la hambruna de pan y penicilina que recuerdan nuestros padres. Por eso hay que decir que la novedad del encuentro celebrado ayer en la Casa Blanca no es la obvia y vieja amistad entre dos países, ni las bases políticas sobre las que dicha relación se cimenta, sino el más peregrino hecho de que esa amistad empiece a deslizarse desde sus anteriores posiciones institucionales a un hortera idilio entre Aznar y Bush. Porque esta nueva versión de la amistad tiende a sacrificar el objetivo tratamiento de nuestros intereses y principios a la consecución de ciertas escenas efímeras que luego se cotizan en el mercado de la política interior, y porque es una evidencia que esta amistad personal entre los dos líderes mundiales del momento sólo se mantiene sobre la servil actitud del pobre que presume de hacerle favores al opulento poder de Washington. ¡Qué nivel! ¿Cómo se atreven los estudiantes a discutirle la LOU al nuevo héroe de la política exterior? ¿Qué dirán ahora los dirigentes de segundo nivel que, mucho hacer transiciones, como Adolfo Suárez o Felipe González, pero nunca merecieron una palmadita complaciente en el jardín de la White House? Claro que siempre habrá un envidioso que pregunte por los criterios que orientan y limitan nuestro apoyo a la política -humana y falible- del socio americano. Pero eso son niñerías que en nada pueden afectar a los buenos españoles que, más allá de cualquier valor, justicia o interés, sienten el orgullo de tener un presidente que es amigo personal de George Bush. ¡Increíble! ¡Alucinante!