LA DERROTA DEL PENSAMIENTO

La Voz

OPINIÓN

ROBERTO L. BLANCO VALDÉS

23 abr 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Qué pensaría Finkielkraut si leyese, un suponer, una de las letras de Eminem? ¡Ah!, ¿que de quien hablo? Dejen que les cuente: Alain Finkielkraut es un filósofo que gozó de cierta gloria en los últimos ochenta, tras la publicación de un libro, La derrota del pensamiento, en el que se atrevía a denunciar con una claridad y tranquilidad que a muchos pareció provocadora e intolerable, ese conformismo posmoderno generador de la que él mismo llamaba a la sazón cultura zombi: esa en la que una historieta de intriga equivale a una novela de Nabokov, una frase publicitaria a un poema de Apollinaire y un modisto a Miguel Ángel. Finkielkraut no conocía, claro está, las canciones de Eminem, el actual rey del rap blanco, al parecer, que cuenta -y canta- cómo le zurra a su mujer, cómo cuelga a su madre no recuerdo si de un clavo o de una soga y cómo debería tratarse a la baqueta a los maricas. Este sujeto, ídolo del milenio para algunos, que consideran sus videoclips como una especie de minitratados sociológicos sobre el malestar juvenil y la hipocresía de la sociedad de los mayores, dirige sus mensajes racistas, machistas y misóginos a una sociedad donde existen cientos de miles de delitos sexuales, donde los malos tratos a niños o a mujeres son el pan de cada día y donde muchos jóvenes acuden a la escuela armados con pistolas. ¡Qué moderno! Tanto como esos dos reyes del llamado por aquí Calorro Power -los Estopa-, dos joyas hechos a sí mismos que han colocado un millón de copias del disco con que han inaugurado lo que se preanuncia un carrerón, incitando a los chavales a amar a sus amigas con si de muñecas hinchables se tratara. ¡Qué bonito!, ¡qué contracultural! y, sobre todo, ¡qué visión tan generosa del sexo y del amor! Toda esta bazofia se nos vende, claro está, como la superación de una cultura antigua, necesitada de aire fresco. Pero no, no se dejen engañar, ni permitan, si pueden evitarlo, que engañen a sus hijos. Esa bazofia, por no ser, no llega siquiera a ser provocadora. Sólo quien no ha leído nunca un poema de amor de Leonard Cohen, ni escuchado una canción de la época más psicodélica de Lennon y Mac Cartney, ni visto una película de Pier Paolo Passolini, ni leído a Nabokov, ni contemplado un cuadro de Balthus, puede creerse de verdad que Estopa o Eminem son algo más que la excrecencia brutal y reaccionaria de la nada creativa que ha provocado siempre la ignorancia.