¡BASTA YA!, NOGUEIRA, SAVATER

La Voz

OPINIÓN

NACIONALISMOS Y ACUERDOS ROBERTO L. BLANCO VALDÉS, catedrático de Derecho Constitucional

16 dic 2000 . Actualizado a las 06:00 h.

Andrei Sajarov recibió en 1975 el Nobel de la paz por su defensa de los derechos humanos en la URSS y fue desterrado a Gorki en 1980, tras pronunciarse contra la invasión de Afganistán. Su valiente disidencia, por la que sufrió la persecución de las autoridades soviéticas, pese a ser uno de los más grandes físicos rusos de este siglo, quedó reconocida por el Parlamento Europeo, que creó con su nombre un galardón para premiar a los que defienden los derechos civiles y políticos. La plataforma ¡Basta Ya! es un movimiento ciudadano que, con una valentía y una decencia verdaderamente heroicas, ha levantado la bandera de las víctimas en un territorio envilecido por la violencia y por el miedo. Un territorio donde existen tabernas abertzales que exhiben fotos de la niña Irene Villa, a quien una bomba segó sus piernas de raíz, con el siguiente comentario: «Antes se daba crema en las piernas y ahora las barniza». Un territorio donde se gritaba «¡jódete!» a los familiares de los muertos de un pistoletazo sin que nadie levantara la voz contra tanta indignidad, hasta que movimientos como el de la Plataforma ¡Basta Ya! se plantaron frente a los criminales y sus cómplices. Fernando Savater es un filósofo vasco de Donosti que últimamente sólo puede pasearse por la magnífica playa de la Concha protegido por una escolta policial. Su voz precisa, su arrebatadora inteligencia, su integridad de demócrata a pluma descubierta, que lo han convertido en un posible objetivo terrorista, han resultado sencillamente indispensables para poner al descubierto la red alucinante de imposturas en que se basa un movimiento criminal que no tiene otra pretensión que tiranizar a todo un pueblo a punta de pistola. Camilo Nogueira es un curtido político gallego, que, tras muchos años de militancia antifranquista y galleguista, acabó desembarcando en un partido, el BNG, con el que siempre había mantenido irreconciliables diferencias. Ahora ha asumido, de un modo que quienes le conocemos no llegamos a entender, una visión delirante del problema terrorista, la de Arzalluz, que no comparten ni siquiera muchos de los más veteranos dirigentes peneuvistas: es como si ese Nogueira hubiese ido, poco a poco, devorando a aquel Camilo que muchos conocimos. Como si ese Nogueira, el que ahora no ha querido ver a Savater recogiendo el premio Sajarov, hubiera sido finalmente derrotado por el partido contra el que casi siempre combatió.