Segunda operación de Franco

C. F. A CORUÑA

OPINIÓN

VEINTE DÍAS DE NOVIEMBRE C.F. La salud del Generalísimo era como una pelota muy usada, a la que se coloca un parche sobre un agujero y al poco tiempo pierde aire por otro sitio. De ahí que a sólo cinco días de la primera operación, provocada por una hemorragia gástrica incoercible, hubo que acometer una segunda. Para ello fue necesario trasladar al enfermo a la Residencia Sanitaria La Paz, lo que se llevó a efecto en medio de grandes medidas de seguridad. Se pudo ver entonces a Franco en una camilla, con la cara blanca y demacrada.

07 nov 2000 . Actualizado a las 06:00 h.

Franco ingresó a las cuatro menos cuarto de la tarde en la primera planta de La Paz, comenzando una hora después la operación, que consistió en una resección gástrica subtotal, motivada por las numerosas ulceraciones (fueron eliminadas hasta 22) con gran hemorragia. Duró cuatro horas y requirió la administración de cinco litros y medio de sangre. El parte médico leído posteriormente, ante una multitud de periodistas y fotógrafos, mantenía el pronóstico de «muy grave». Curiosamente, el nuevo director de La Paz, doctor Vallejo Flórez, había tomado posesión de su cargo ese mismo día. La esposa del Caudillo, Carmen Polo, se había pasado la mayor parte del día orando en la capilla del palacio de El Pardo. Posteriormente se trasladaría a La Paz, llevando parte de las imágenes y reliquias que se habían enviado a su esposo, en una mezcla de extremado afecto y milagrería religiosa, como el manto de la Virgen del Pilar, la imagen de la Virgen de Chamorro, el brazo incorrupto de Santa Teresa... El hall de La Paz comenzó a llenarse de numerosos personajes que acudían a enterarse «in situ» de la salud del ilustre enfermo. Destacaban entre ellos José Antonio Girón de Velasco, Gonzalo Fernández de la Mora, Carlos Iniesta Cano, Pedro Nieto Antúnez, José Antonio Elola, Julio Rodríguez, Carlos Pinilla, Blas Piñar y Vicente Gil. A ello había que unir todos los ministros del Gobierno y, muy especialmente, el presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, que terminaba su mandato el inminente día 28 y esperaba que el Caudillo le renovase, lo cual no deseaban los aperturistas, pues consideraban al presidente de las Cortes un falangista acérrimo. Todos estos personajes, excepto Rodríguez de Valcárcel y Girón, no tenían acceso a la primera planta, limitándose a recibir información de los encargados de la Casa Civil.